La greguería en sus cifras y letras, 04

Por lo demás, parece claro que tanto desde el punto de vista visual como fónico, cada grafema tiene por así decir su propia personalidad. Lo que sucede es que hay cifras y también letras cuyas grafías se prestan mejor que otras para entrar en relación asociativa con otros elementos. Para ilustrar lo dicho, he aquí dos casos extremos de greguerías con letras ‑la greguerías construidas con números son, en comparación, bastante más reducidas‑:

1) Evocación unifuncional:

«La O es el bostezo del alfabeto».

«El bostezo es una O torcida».

«Los bostezos son Oes que huyen».

«Sifón: agua con Oes».

En todas estas greguerías la redondez de la O determina el plano asociativo.

2) Evocación plurifuncional:

«¿Por qué la X que más grabada está en nosotros es la de los fémures cruzados? Porque esa es la X más verdadera del misterio».

«Los amantes enlazados por la cintura componen la incógnita X del amor».

«La X es la silla de tijeras del alfabeto».

«La X es las tijeras abiertas del alfabeto».

«XXXX: esqueletos de mariposas».

«En la X de boxeo están los brazos cruzados de los puñetazos».

«El puente está hecho de XXXX que son la incógnita de si se caerá o no al pasar el tren».

«Cuando enloquece el violinista es cuando el arco toca en frenéticas XXX el violín».

«Pasaba la X con ruedas de un coche infantil».

«Frase gráfica: Tomó por la cintura a la señorita X».

Nótese cómo estas diez greguerías están formadas a partir de dos ideas generadas por el grafema X. Una abstracta, indefinida, que representa el concepto de «incógnita» y, por ahí, la noción de interrogante, de enigma. La otra es concreta, visual: la X representa la forma en aspa del propio grafema. Y es precisamente ésta, la grafía ‑de letra o de número‑ la que genera mayores posibilidades asociativas. En consecuencia, se puede deducir que la greguería ramoniana es, sí, fruto de un proceso intelectivo, pero siempre amarrado a lo concreto y sensitivo. Y ello teniendo como materia maleable algo tan abstracto y convencional como es el lenguaje.

El pacto asociativo – Convención, subversión y lógica

Y es que, si bien es cierto que en toda forma de lenguaje subyace la idea de convención, Gómez de la Serna pretende, a menudo, valerse de esa misma idea para subvertirla y conferirle una orientación contraria a la que le conducía su propio convencionalismo. He aquí unos ejemplos típicos de ese juego “rebelde”, al que nuestro greguerista somete determinadas agrupaciones de letras que, convencionalmente, han adquirido un significado concreto:

«Yo no seré “ga‑gá”, porque yo seré “ja‑já”».

Aunque en esta greguería no se pueda evacuar totalmente la idea de antagonismo o de oposición entre los dos significados a los que convencionalmente han dado lugar esas dos onomatopeyas, “ga-gá” (‘loco’, ‘senil’, en francés) versus “ja-já” (‘carcajada’, ‘risa’, en español). Sin duda, se puede pensar que esta greguería es el resultado de una elucubración con finalidad más o menos lúdico‑trascendente del tipo «La risa ‑ja-já‑ es mi mejor terapia contra la senilidad ‑ga-gá‑». Pero, precisamente por el hecho de subrayar la contraposición entre dos sonidos tan gráfica y fónicamente próximos, ¿no se nos está así indicando que la más sana terapia es la intrascendencia del juego‑risa con los respectivos significantes?

Este aspecto transgresor se manifiesta más claramente en aquellas greguerías en las que vacía una agrupación de letras de su empleo semántico usual y, en su lugar, pone de relieve la faceta gráfica o la fónica de su significante, el cual, así repetido, adquiere un valor plástico u onomatopéyico sorprendentes:

«El etc., etc., etc., es la trenza de lo escrito».

«Un tren de mercancías que pasa, es el etc., etc., etc., en movimiento».

Algo similar ocurre con la repetición del sintagma «que-te-cojo» en esta notable greguería:

«En la noche acústica se oyen los lejanos trenes que pasan diciendo “que-te-cojo, que-te-cojo, que-te-cojo”, persiguiendo las distancias».

A una convención establecida, petrificada, Gómez de la Serna responde con el retorno a otra modalidad de convención ‑gráfica y fónica‑, ésta más rica en sugerencias y, por lo tanto, con mayores posibilidades de renovación creadora.

Hasta qué punto el propio Gómez de la Serna era consciente de cómo es importante la noción de convencionalismo, en este tipo de greguerías, lo podemos ilustrar con esta otra basada en el pacto de conceder a una sola letra una determinada función onomatopéyica:

«No se sabe muy bien por qué la Z significa ronquido del sueño; pero lo convencional es lo convencional y un muestrario de zetas llena la alcoba del roncador».

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antonio.larapozuelo@unil.ch

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