Al profesor Kamal
le tiembla la escritura,
los bordes de sus labios
terrosos y perfectos,
la delgadez oscura
de su alma bereber,
‑el alma y sus distintas
dimensiones secretas‑,
y el aire luminoso
de su mirada triste.
El profesor Kamal
repasa sus apuntes
sobre Góngora, sobre
la luz de sus metáforas,
y enciende un triste flexo
en un destartalado
rincón de su despacho.
Y Polifemo tiembla
y tiembla Galatea,
y el profesor Kamal
enciende un cigarrillo:
parpadean sus dedos,
el humo y la esperanza,
y tiemblan los papeles
que sostiene en sus manos.