Pudridero

04-12-2011.

 

Con inoportunidad y a destiempo se vuelve a desatar la tormenta, que viene bien según a quiénes. A destiempo total se nos pone encima de la mesa el tema del Valle de los Caídos.

 

Un periodista, no precisamente de derechas, ha expresado su total desacuerdo con que esta cuestión se ponga ahora, como si no hubiesen podido hacerlo mucho antes quienes ya abandonan el gobierno.

 

Se enfoca, pues, el tema de la memoria histórica de nuevo, ahora con este determinado caso. Y contribuye a enervar los ánimos y a darle material de polémica a la derecha (que, por otra parte, ahora está segura de que en los años venideros esto no se tocará). Sin embargo, un debate reposado y un conocimiento más certero hubiesen sido necesarios para llevar a buen término lo que será un eterno referente sin resolver.

 

En la Transición se promulgó una ley de amnistía que pretendía zanjar, cerrándolos, los casos que quedaban de los vencedores y vencidos de la guerra civil. Así le convenía a la derecha, que dejaba intacto su corpus memorial y sentimental (y sus posibles responsabilidades represivas en el olvido); y a la izquierda, que miraba principalmente a la consolidación no traumática de la democracia y de sus posibilidades de llegar al poder algún día (como de hecho sucedió), y permitía a sus dirigentes históricos volver con seguridad. No fue paritaria esta ley, porque nunca contempló la revisión de los casos de la represión franquista durante la guerra ni con posterioridad. Siguen en los muros de las iglesias los listados de los “Caídos por Dios y por España”. A cambio y con mucha demora y timidez, se ha logrado retirar la simbología falangista y franquista (y lo dedicado al Dictador); y el caso que inicia este artículo es muestra palpable de ello.

 

Porque no olvidemos ni tratemos de maquillar con eufemismos y otras salidas: lo que en Cuelgamuros se erigió fue un panteón a mayor gloria de Francisco Franco Bahamonde, Caudillo de España por la gracia de Dios. Cerca de El Escorial, eligió el lugar, con clarísima intención icónica y doctrinal: el rey Felipe, gloria imperial, se mandó construir el suyo, monumental; y esta nueva gloria española del siglo veinte, tras apropiarse del poder total, no iba a ser menos. Creo que, además, en su secreta intención, el Caudillo tenía muy presentes los finales trágicos de sus modelos Hitler y Mussolini y se debió jurar a sí mismo que no acabaría como ellos (y mancillado su cadáver sin cristiana sepultura). Con tiempo, se construyó su imperial mausoleo.

 

Pero volvamos a la memoria histórica. Si el proceso se hubiese llevado a cabo teniendo en cuenta pasos y tiempos adecuados, hoy ‑todavía‑ no estaríamos mareando la perdiz (y lo que nos va a quedar). Debió haber más valentía por una parte y más comprensión (o caridad) y autocrítica por la otra. Sencillamente, cuidando estos pasos tras la ley de amnistía:

 

1. Retirada paulatina de la simbología franquista, posterior al inicio de la guerra civil en su totalidad (nombres, estatuas, documentos laudatorios, etc.). Esa retirada debía implicar también la de placas y listados de los “mártires por la Patria” en lugares públicos.

 

2. Retirada de nombres del bando vencedor, claramente implicados en la represión llevada a cabo en y posteriormente a la guerra civil.

 

3. No sustitución de lo anterior por sus contrarios (ni dentro, ni fuera del país), al menos los más controvertidos y con más que probables responsabilidades en actos represivos, como prueba inequívoca de voluntad no revanchista.

 

4. Revisión de los expedientes de juicios militares o civiles, tanto de un bando como del otro, para depurarlos y proclamar nulos los manifiestamente injustos.

 

5. Rehabilitación de quienes sufrieron los anteriores procesos, en su fama y en sus trabajos (si continuasen vivos).

 

6. Devolución de bienes incautados a los vencidos que no procediesen a su vez de los que ellos incautaron (no sólo algunas devoluciones puntuales a entidades públicas, sino también a las personas privadas que las sufrieron en sus bienes y haciendas).

 

7. Localización y apertura, si procediese, de las fosas anónimas y comunes (o individuales) de los represaliados, ante petición razonada de sus familiares o entidades públicas.

 

8. Redefinición de la utilidad del Valle de los Caídos. Retirada del cadáver de Francisco Franco del mismo para que el lugar quedase como memorial de la catastrófica guerra civil.

 

Algunos de los puntos anteriores se han desarrollado casi en su totalidad, pero la mayor parte no, o se empezaron a tener en cuenta ya tardíamente (y no digamos el que motiva este trabajo). Hacer casus belli ha sido recurrente para la derecha al mentar estos temas, porque sólo reconoce como legítimos a sus muertos y no quiere ni aceptar, siquiera como posibilidad, que la represión habida tuvo más incidencia sobre la izquierda (y se ha demostrado inequívocamente que quedaron más muertos de la izquierda por tal motivo). Alegar hipócritamente que lo de Cuelgamuros es un monumento reparador de todos los caídos en la contienda (y por ello hay cadáveres de republicanos dentro, en el pudridero) se cae, pues el Caudillo no murió en la misma y, como tal, no tendría derecho a estar ahí.

 

Ahora es inconveniente, tardío y torpe (hasta cobarde) el presentar una propuesta sobre el inmueble. Lo es también el conjunto de argumentos (a veces hasta contrapuestos) que se exhibe desde la derecha para neutralizarla.

 

Así que haya paz y espera a tiempos mejores.

 

 

Autor: Mariano Valcárcel González

Decir que entré en SAFA Úbeda a los 4 años y salí a los 19 ya es bastante. Que terminé Magisterio en el 70 me identifica con una promoción concreta, así como que pasé también por FP - delineación. Y luego de cabeza al trabajo del que me jubilé en el 2011. Maestro de escuela, sí.

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