Tan rápido como un taxi

07-12-2010.
Entro en el Rincón y veo que hay varios clientes: Enrique, el vicepresidente Almagro, Pepe Aranda… se están riendo a carcajadas. Uno de ellos, creo que Enrique, parece estar leyendo algo en un ordenador portátil que tiene apoyado en la barra y le oigo decir: «Que pase usted un buen día y, si necesita el justificante, me lo pide, que aquí estamos pa servirle». Cierra el portátil y, al verme entrar, me grita: «Antonio: ven a leer el último artículo de Dionisio, que vale la pena».

Lo leo –una página en internet– y me digo que este Dionisio sabe manejar con toda naturalidad los más difíciles registros estilísticos. En este último escrito, titulado “Taxi, a la Gran Vía, por favor”, el estilo que utiliza se asemeja, ni más ni menos, que al de García Márquez en El otoño del patriarca o al de Cela en Cristus versus Arizona entre otros (que me callo, para que no se me diga que hago un alarde de erudición). Con una diferencia, que subrayo: en las dos importantes novelas, los narradores no son necesariamente personajes de la narración y hasta se pueden identificar con los mismos escritores. En el artículo de Dionisio, el narrador es el mismo taxista andaluz y es el lector‑cliente quien debe modular el ritmo del habla del chófer‑narrador con su torrentera de crítica‑latigazos sin pausa, y tan a diestro y siniestro que no hay lugar para un respiro con un punto, un punto y coma, dos puntos o una coma. Una página que es todo un acierto, porque en ella se concentran, sin un respiro, todas las preocupaciones y críticas del narrador‑chófer, y en donde todo ‑la lectura también‑ ocurre tan rápido como un recorrido de taxi de tan sólo 3,60 €.
«Este Dionisio vale un montón», le oigo decir a alguien. A propósito, me parece que lo he visto pasar del otro lado de la ventana. Si entra en el Rincón, tendremos el gusto de felicitarlo personalmente en torno a un café.

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