22-11-2010.
Nos conocía tanto, que sabía perfectamente cuáles eran nuestros puntos fuertes y débiles en sus materias. En otra ocasión, en un examen oral, posiblemente distraído, me lanzó un ataque hacia senos, cosenos, tangentes y otras especies trigonométricas, que me hizo tiritar. Tal debió ser mi expresión de pánico que rectificó rápidamente y pasó a preguntarme mi tema algebraico favorito: un problema de gallinas y conejos. ¡Cómo se agradecen y se recuerdan estos detalles! Hice una faena redonda. Te daban el número de patas y cabezas de los conejos y las gallinas que había en el corral y, con aquello, ya podías calcular todos los problemas de la granja y el nombre de la mujer del propietario. Yo, estos temas los encontraba útiles y aplicables a la vida real y, por eso, me gustaban; pero la ecuación de los gases perfectos de Gay Lussac… ¡Vaya tela!
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