En esta plácida noche otoñal, casi primaveral, el Auditorio del Hospital de Santiago se ha quedado pequeño ante la multitud de amigos y admiradores que han venido a la presentación del último libro de nuestro ubetense universal, Antonio Muñoz Molina. Parece más bien que se celebra un acontecimiento deportivo, semanasantero o musical, que literario…
Nota: las tres fotos las ha hecho Alberto Román Vilches.
En esta primera,
a la izquierda está Juan Ramón Martínez Elvira;
En esta primera,
a la izquierda está Juan Ramón Martínez Elvira;
en el centro, Antonio Muñoz Molina;
y a la derecha, Manuel Madrid Delgado.
Son pasadas las ocho y media de la noche, cuando los tres protagonistas del acto aparecen en el estrado, sentándose frente al público. Juan Ramón Martínez Elvira, como Presidente de la Asociación Cultural Alfredo Cazabán Laguna, se siente sobrecogido y agradecido por tener, entre nosotros, a nuestro paisano que ha querido venir a presentar su último libro, La noche de los tiempos, de Seix Barral. Un volumen, de casi mil páginas, que da un enfoque personal, muy original y sustancioso, de nuestra Guerra Civil. Con palabras cariñosas y escogidas, y con una brevedad justificada, da las gracias a todos los presentes, especialmente a nuestro novelista, por el encuentro que allí se está produciendo. Al finalizar, recuerda a Alfredo Bellón Cazabán, asegurando que, si él viviese, estaría escuchando a Muñoz Molina en las primeras filas de butacas…
Luego toma la palabra Manuel Madrid Delgado que, nada más empezar, se permite una licencia, viendo cómo está el tendido, exclamando: «Verdaderamente, esto acojona». Se sincera, diciendo que quiere ser breve, puesto que, excepto su madre y su esposa, la mayoría estamos allí para escuchar a Muñoz Molina y no a él. Como atinado articulista y docto literato, sabe diseccionar, según su punto de vista, el último libro de Antonio, pormenorizando los libros en los que ha debido beber, qué personajes le recuerdan…, echándole piropos literarios, por su excepcional factura, al capítulo 26, pues es una descripción portentosa del Madrid del 36, aconsejando comenzar la novela por él. Compara pasajes de La noche de los tiempos con los de Guerra y Paz de Dostoievski. Hace hincapié en la moralidad de Muñoz Molina, retomando este tema de la Guerra Civil, agradeciendo su lúcido recuerdo de que las cosas que se hicieron en la transición democrática fueron buenas, a pesar de que ahora quieran, por la moda actual, reivindicar lo contrario. Nos recuerda que no todos los buenos estuvieron en el mismo bando, ni los malos tampoco, pues gente buena y honrada hubo en ambos bandos y también se hicieron barbaridades en uno y otro lado… Da las gracias a Muñoz Molina por su valentía y por tener las espaldas tan anchas y preparadas para el varapalo que le van a dar, unos y otros; por la valentía expresada mediante esta novela… Recuerda las palabras de Elvira Lindo: «Si el localismo es excesivo, no permite llegar al universalismo», argumentando que también desde lo local, si se ama, se puede ascender a lo universal o general…
Luego toma la palabra el anfitrión, que se encuentra sentado entre los dos oradores anteriores. Con un timbre de voz pausado que, al principio, no se escucha bien, pues los micrófonos no están bien sintonizados. Comienza, agradeciendo a la Asociación Alfredo Cazabán Laguna y a su presidente, Juan Ramón Martínez Elvira, por haberlo invitado a estar hoy aquí en su pueblo, donde se le trata siempre tan bien, siendo profeta en su tierra ‑en contra del dicho popular‑; y a Manuel Madrid Delgado, que ha sido el hilo conductor con el que se ha comunicado por teléfono y correo electrónico. También da las gracias al Ayuntamiento y al alcalde de la ciudad, Marcelino Sánchez Ruiz, que se encuentra en las primeras filas del patio de butacas.
Aunque Antonio Muñoz Molina le había propuesto a Manuel Madrid Delgado que su intervención fuese una conversación entre ambos, nuestro afamado novelista nos va explicando pormenorizadamente cómo se ha ido gestando esta novela, que en principio iba a ser un cuento y que luego, como siempre le suele pasar, una vez que fueron entrando los personajes la iban haciendo más extensa, pues tomaban vida propia. Está basada en la vida de Pedro Salinas, como personaje principal, pero transmutado en Ignacio Abel y su gran historia de amor, sirviéndole de excusa para darnos una visión personal sobre nuestra Guerra Civil; pero muy elaborada, gracias a las múltiples y variadas lecturas con que se ha documentado. Esta novela se gestó cuando iba a dar unas conferencias en una universidad americana, aunque fue cambiándola en el transcurrir del tiempo ya que, si en un principio pensó incardinarla en la guerra de Yugoslavia de los años 90, al final prefirió hacerlo sobre la nuestra y que el personaje principal fuese un arquitecto, como constructor de espacios reales y de mejora para la población trabajadora, en lugar de un escritor…
A todos los asistentes nos da una lección de historia y literatura que será difícil de olvidar, pues aboga por el consenso y la paz, por la tibieza en la democracia, que debe ser siempre un acuerdo entre políticos y personas; y piensa que la Ley siempre debe ser serena y no acalorada, para que no se repita lo que ocurrió en el 36. Se muestra tremendamente sincero con los personajes cotidianos de su novela y con la vida que llevaban los españoles en aquel tiempo, argumentando que la mayoría del pueblo no esperaba que las cosas llegasen adonde al final desembocaron. Desmitifica la II República y nos refiere cómo había leído, en la prensa de entonces, los asesinatos del Teniente Castillo y de Calvo Sotelo, como perspicaz lector y pensador, descubriendo la cotidianeidad de los españoles de entonces, ya que la inmensa mayoría de la gente lo que quería era vivir normalmente y no fanatizarse, como hicieron los políticos de entonces, impulsando al pueblo para que se lanzara a las armas.
Con todo lujo de detalles nos habla de la Ciudad Universitaria de Madrid, que casi estaba terminada cuando estalló la contienda civil, y que fue lugar de enfrentamiento bélico en lugar de cultural, que es para lo que se había concebido en un principio… Al final, nos da una larga charla doctoral en forma de interesante conferencia, como si estuviese hablando con cada uno de nosotros en la barra de un bar o alrededor de una mesa camilla de cosas tan cotidianas, pero tan importantes a su vez, como la sencillez de la vida diaria, la bondad de las gentes de todos los tiempos y lugares, las ganas de hacer su vida normal, que líderes indignos destrozaron, atizando su propio fanatismo para que se trastocase todo y muriese ‑o se exiliase‑ mucha gente. Nos recuerda lo que todos sabemos: que la guerra es la subversión de toda vida normal y el horror que pasó mucha gente por quedarse en España, pensando que no había hecho nada ‑como Julián Besteiro‑; o los que se exiliaron, teniendo que rehacer sus vidas a los cuarenta, cincuenta o sesenta años, en otros lugares de Europa o América, lejos de su patria querida.
Como anécdota curiosa contaré que, en medio del parlamento de Muñoz Molina, se oyó repetidamente una voz femenina en el micrófono y, como no se cortaba, todos quedamos extrañados; mas Antonio lo resolvió magistralmente, diciendo: «¿Si será La Inspiración…?», seguida de la consiguiente carcajada general y al unísono de todo el auditorio…
Para finalizar, Juan Ramón presenta el par de sencillos regalos que tenía preparados: una cerámica de Juan Pablo Tito y una acuarela del Palacio de los Orozco de Antonio Espadas, que le son entregados ante todos nosotros. Antonio Muñoz Molina da las gracias por todo y a todos, una vez más, mientras se va formando la larga cola de fans literarios que, con su libro bajo el brazo, esperan pacientemente su original dedicatoria. Nuestro paisano va departiendo campechanamente con cada uno de sus paisanos ‑con esa proverbial memoria que posee‑, pasando todos una velada muy agradable hasta altas horas de la noche.
Yo me marcho pronto, pues los libros que llevó la librería El Candil se agotaron antes de que comenzase el acto, y engroso la larga lista de los que, por esperar hasta el final, nos quedamos sin el ejemplar dedicado que nos hubiera gustado tener…
Terminado el acto, mientras la larga cola de personas que quieren su libro dedicado se va alargando, otros departen lo vivido y oído en el fresco patio del Hospital de Santiago, y el resto marchamos por las calles de esta Mágina mágica que Muñoz Molina nos ha recreado en sus novelas, en busca de nuestro cálido hogar, para contar, a nuestros seres queridos, las impresiones vividas, estando ávidos por leer la interesante novela que nuestro universal paisano nos ha presentado en esta noche memorable.
Úbeda, 9 de diciembre de 2009.