26-03-2010.
Cagadas no podían faltar en el banco de piedra, lo que me impidió sentarme de inmediato. Saqué un pañuelillo, ya algo utilizado y, por lo mismo, doblado para no mostrar contenidos infectos, con el que traté de despejar la zona apta para recibir mis posaderas. Un suspirillo se escapó de mis labios, al realizar la maniobra de atraque.