27-11-07.
Pues, partiendo de la anécdota, me he encontrado en estos días con reacciones e interpretaciones variadas y muy distintas. Entre los mismos españoles y los iberoamericanos. Paso ahora de la interpretación “real” del acto. Ya se han encargado patriotas de ley de enmarcarla, algunos con muy mala baba (¿vieron a PJ cómo le tendía un cebo envenenado al monarca?). Paso de los otros patriotas republicanos, avivados en su fobias reales; quiero, sin embargo, tratar de unas actitudes de pensamiento que me parecen tremendas y muy peligrosas.
Ante la loca carrera discursiva del militón venezolano, hay quienes se sienten comprensivos: no solo lo aceptan; es que lo entienden. Sí, entienden que el militar ‑otrora golpista‑ ahora, mediante una violencia “democrática” de las leyes se pueda constituir en permanente caudillo de su país. Y dicen entenderlo (esto es muy importante porque está muy incrustado por allende los mares), porque en ese subcontinente nunca ningún gobierno se ha preocupado de los pobres, de los desfavorecidos, de esas masas abandonadas, que en verdad las hay. Y Chávez lo hace.
Era en realidad el fondo ideológico de la polémica de la anecdótica cumbre, que se debía haber desarrollado y expuesto debidamente. Pero el locuaz caudillo “indigenista” no tenía ni tiene rapidez de ideas, ni formación suficiente para no solo exponer sino rebatir, con razones y argumentos, las contrarias. Ese hubiese sido su triunfo, pero lo desperdició.
Sin embargo, quienes todo lo justifican en cuanto tiene algún tufillo de progresía barata (o de tinte revolucionario) ni ven, ni sienten, ni quieren saber nada ante el hecho cierto de que surge un salvador de los pueblos, aunque se erija en dictador. Si justifican al cubano, ¿cómo no a su epígono? El sujeto echa mano a ese denominado indigenismo y a las afrentas centenarias de los españoles. Revive a su modo la Historia para convertirla en panfleto, y eso es resultón entre las huestes iberoamericanas. Los españoles, que algo entendemos de eso, sabemos lo que se hizo y cómo se hizo al respecto: no lo hemos ni olvidado ni ocultado (otra cosa es la doctrina rancia de “por el Imperio hacia Dios”). ¿Qué nos van a echar en cara a estas alturas desde allá…? En el intercambio de la polémica con personas de aquellas partes, me ha resultado triste que se agarren a eso de la afrenta centenaria, olvidando sus propias carencias y errores en los que ya no tuvimos nada que ver; se escudan en que quienes los dirigieron siempre fueron los criollos (o sea, españoles al fin y al cabo); y, sin embargo, criollo también es ese Castro, tan amado; y lo era Bolívar, tan traído y llevado por el “indigenista” en flagrante contradicción.
No ven ni sienten que para alzarse con el poder de hacer lo que según se quiera, aunque se diga que es a favor del pueblo y en efecto se le den migajas, se acaba con la discrepancia legítima, se acaba con la libre expresión y la libre decisión de votar o no. Se montan los tinglados pseudopopulares, organizaciones oficiales y vigilantes de la ortodoxia revolucionaria, grupos de presión en barrios y trabajos, y campañas de alfabetización (¡qué bien suenan si cumpliesen sus loables fines!) que pretenden en realidad el adoctrinamiento y la dependencia. Yo discrepo en absoluto, porque aceptar esas fórmulas es aceptar la anulación de la libertad. Y también habrá que decir que ello es un tópico, porque acá vemos cómo los que se nos vienen muchas veces son gentes de unas ideas políticas acendradas, que saben expresarlas, que todavía tienen sentido cívico. ¿Esos son los analfabetos?
«Sobra la Libertad, mientras quede la Igualdad y la Fraternidad», me dirán ante el panorama de explotación y marginación que existe en Iberoamérica. Bueno, antes muerto que sencillo, desde luego; antes el pan que la falsa libertad; pues, en efecto, quien no come no puede ni pensar en decidir. Todo ello es cierto. Pero debe haber algún tipo de formulación que llegue a la aproximación de la justicia, manteniendo la dignidad de la persona, no aborregándola.
Una zona de la que siempre se ha dicho que tiene una alta capacidad y potencialidad de desarrollo, hasta ahora poco se ha desarrollado; y es de simples y son simplezas si solo se achacan los fracasos a la oscura mano del vecino del norte. O a las empresas españolas (que desde luego van a ganar y no a perder, como aquí). Si ese desarrollo se ha malogrado, en algo habrán tenido también ellos la culpa.
Veamos un ejemplo, porque a mí analizarlo me desborda, por incomprensible, el caso argentino. Un país de la potencia del mismo, que va dando vaivenes y bandazos, que no elije ni acepta ni le surgen dirigentes válidos que lo centren y lo lleven con racionalidad, ¿qué se nos da que los argentinos sean tan cultos, estén tan politizados, cuando no saben hacer uso de esas benditas capacidades?
Habrá que hablar, y no callar, desde luego; pero no callar ante unos y sí hablar, discrepar, insultar solo ante otros (y no ando yo tampoco muy en la estela aznariana).