Los disfraces del mal

29-11-07.
Ya no sorprende a nadie. De cuando en cuando, leemos en la prensa que la policía ha detenido en Francia a algunos de los etarras más buscados. Chicos y chicas que se apellidan López o Rodríguez, como Sebastián, como Diego, o como yo. Sobran los comentarios. Cualquier apellido es tan honorable como el que más.

Sus fotos aparecen en la portada de los periódicos a todo color. Generalmente, se trata de jóvenes guapos, de aspecto amable, bien parecidos, a los que cualquiera podría confundir, por su mirada idealista y romántica, con un grupo de universitarios, con los miembros de una peña juvenil o con un conjunto de estrellas de la canción. Cuesta trabajo pensar que, en realidad, estos jóvenes sólo son emisarios y ejecutivos del dolor: gente sin corazón, fieras despiadadas capaces de llevar la desgracia y la muerte a una carretera, a una playa, a un hogar.
Me pregunto por qué a estos muchachos, de hermosos ojos y mirada brillante, no les importa inundar de lágrimas el alma de unos padres, segar la sonrisa del rostro de los niños o dejar tras de sí un reguero de sangre y de dolor. Por qué les llenaron de odio el corazón; por qué les convencieron de que matar, a los que piensan de forma diferente, es el mayor servicio que se puede ofrecer a la patria; por qué fueron capaces de presentarles a la muerte disfrazada de valor, de poesía y de nobleza; por qué pusieron en sus almas la semilla del mal. Porque quien eso hizo fue, sin duda, el mal mismo, aunque seguramente disfrazado.
Cuando el mal se disfraza de valor, de bondad, de honra y de idealismo, se corre el riesgo de no reconocerlo y se tiende a aceptarlo, a comprenderlo y hasta intentar amarlo. Y de ahí a colaborar con él, y ser cómplice de los verdugos y la muerte, sólo hay un paso.
La idea no es mía. La aprendí de nuestros educadores y de algunos compañeros mayores en el Colegio. Eran otros tiempos, es verdad; pero a mí me parece que estas ideas no mueren. Que, sobre todo ahora, tienen más valor y más fuerza que nunca.
Barcelona, 28 de noviembre de 2007.

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