16-11-07.
¿Saben ustedes que tengo un don, algo extraordinario, que el común de los mortales no posee? Sólo ‑que se sepa o imagine‑ lo tienen los elegidos por los dioses, o los dioses mismos: el poder estar acá y, a la vez, allá.
Cierto que a veces nos parece, por la aplicación de las tecnologías, que haya personas que en efecto están en todos los lados. Claro, abrimos los canales de televisión y contemplamos a personajes o personajillos multiplicados por casi el infinito, en imágenes aparentemente simultáneas. Se cuenta que los viejos, cuando empezaron a oír las primeras radios, se pasmaban ante la posibilidad de que dentro del armatoste estuviese un ser, un enano, que sería quien les hablase por ese altavoz chirriante; no concebían que esa voz les llegase desde lejos a través del aire. Nosotros sabemos ya ‑somos más listos, ¡je!‑ que las imágenes no son de una película que pasa tras la pantalla, que nos llegan por las ondas o cable; pero todavía estamos los crédulos que nos quedamos pasmados ante la verdadera imposibilidad de que un señor, o señora, esté a la vez en Barcelona o en Pekín. Creemos que es imposible, y tal vez no.
Yo he descubierto que puedo estar a la vez en dos lugares distintos. Y hasta tengo certificación oficial de ello. Pues la Administración Educativa ha decidido que yo tengo el don de la ubicuidad, que puedo y debo tenerlo, porque así lo ordena y lo certifica.
Yo estoy dando clases en un CEIP de mi localidad, por decisión de la Administración de desplazarme al mismo con carácter forzoso; y a la vez me da posesión y especifica que es posesión de puesto de trabajo en ejercicio, en el CEPER de la misma localidad.
¡Anda, y yo sin saber que tenía tales cualidades!
¿Me pagarán algún extra o complemento de productividad por poseer esta gracia? ¿O por ejercer a la vez en dos de los centros de enseñanza? ¿Tendré derecho a recibir la compensación por tantas horas extras que he venido ya trabajando así, sin saber que lo hacía…?
Tal vez los altos cargos y responsables de esta Administración se den cuenta de lo extraordinario de mi situación; de la explotación que ello supone; del tremendo desgaste que debo venir sufriendo (ahora que lo pienso, no sé ni cómo puedo escribir esto) y deciden escribirme para volverme al estado de todos los mortales. O me retornan a mi puesto originario de trabajo, del que soy titular todavía, o me ratifican en el que ahora ocupo, para que no sufra más de esta esquizofrenia.
Se lo agradeceré eternamente.