Cuando salí de Cuba

09-09-06.
Cuando despega el Boeing 747 en el aeropuerto José Martí, se pone el sol…
Como se puso en Flandes, pero en 1895, el poeta que cultivaba las rosas blancas, dicta desde Nueva York la orden de iniciar la lucha. Tres años después de fundar el partido revolucionario cubano, empieza a ponerse el sol del imperio español que haría realidad, con la derrota de la Armada española del Almirante Cervera, la frase de consuelo de los fracasados: «Más se perdió en Cuba».

En 1964, casi toda España celebra con bombo y platillos los 25 AÑOS DE PAZ; y con maracas, las de Machín, que también festejaba sus bodas de plata en este país, al que llegó en el 39, recién acabada la Cruzada, de madrugada, cuando en nuestra Patria “empezaba a amanecer”. Era una noche lluviosa de marzo. En mi colegio de jesuitas hacíamos los ejercicios espirituales y nos «hablaban» de los enemigos del hombre:el mundo, el demonio y la carne. Me escapé del internado para hacerle una entrevista al cantante cubano. Se fue la luz. “En la ardiente oscuridad” del camerino, iluminado por una vela, estaba Machín… Creí por unos instantes que era el demonio que nos había predicado y de qué manera el padre Prefecto… Medroso, le pregunté por sus canciones. Me hablaba de ‘El Manisero’ y de la habanera ‘Yo te diré’, que la ponían en la banda sonora de Los últimos de Filipinas. No le hacía mucha gracia cantar ‘Angelitos negros’. El «demonio» se había convertido en un angelito negro, pero que tenía el alma blanca. Como decía Machado: «Antonio Machín era un hombre bueno». Tuve en mis manos sus famosas maracas y como en su bolero, ‘Toda una vida’, la ansiedad, la angustia y la desesperación se apoderan de mí y al recordarlas hace ya tantos años, parece como si el Dulce Pájaro de Juventud se me hubiera escapado y recuerdo los versos de Villaespesa: «Rosal que otoño deshoja, vuelve en mayo a florecer. Rosal de la Juventud, sólo florece una vez».
En agosto de 1965 voy a Italia, a Castellgandolfo. Hay unos cuantos cubanos que me hablan de que en su país hay un demonio con barbas que les ha quitado sus tierras y esperan, con la visita al Papa, purificarse. El Pontífice, en una de sus encíclicas, la Populorum progressio, propugna la necesidad del progreso de los países subdesarrollados por medio de una justicia social internacional.
Fidel, que era ‑como Ernesto Guevara‑ hijo de terratenientes, se educa con los jesuitas, se doctora en Derecho y convence al médico argentino, que ejercía su profesión en México, para que embarque con 78 personas más en el yate Granma, y empiecen la aventura de la Revolución. Si Martí hacía la poesía que movía las almas, el abogado Castro, en la línea de los grandes oradores ‑Demóstenes, Cicerón, José Antonio‑, supo unir la palabra persuasiva con un acendrado patriotismo y una clara visión política; y el comandante Ché Guevara hizo las «guerrillas» poniendo en práctica su tesis de que sólo la lucha armada le haría conseguir la victoria contra el imperialismo de Estados Unidos en cualquier lugar del mundo.
Rabal hizo dos películas sobre la vida del Che. Conociendo a Paco, mucho más comprometido intelectual, social y profesionalmente de lo que aparenta, no dudé de que habría leído las obras del que abandonó sus puestos de Ministro de Industria y Director del Banco Nacional de Cuba para vivir y narrar después La guerra de guerrillas y su Diario de Campaña que se publicó a título póstumo.
El de Águilas, unos años antes, había interpretado en Llanto por un bandido la figura de otro guerrillero, bandolero romántico, en una Andalucía de latifundios y grandes injusticias sociales. El film reunió sobre los cerros de Úbeda a casi toda la izquierda cinematográfica europea, encabezada por Luis Buñuel, que había sido casi excomulgado por el régimen del Generalísimo, unos días después de recibir por Viridiana la Palma de Oro del Festival de Cannes. La Academia de Hollywood le concedería después el Oscar a la mejor película extranjera por El discreto encanto de la burguesía. La burguesía barcelonesa seducía por esos días a un cantante argentino que había compuesto e interpretaba una canción agridulce sobre Cuba.

«Hay una triste angustia que me está amargando sin descansar, pero el, sol de mi Cuba, muy pronto la calma me hará alcanzar…». Han pasado más de 30 años, Luis, y la vida sigue, incluso para esos diez millones de cubanos que esperan tu «regreso»… «Pero eso son cosas que pasan y es el tiempo quien después dirá». Como en tu más romántica canción, ‘Fanny’, pero sólo por los maravillosos recuerdos, jamás podré olvidar, ‘Cuando salí de Cuba’.

Editado en La Crónica Meridional de Almería, el 2 de abril de 2000.

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