
El padre Arrupe, al llegar a España recientemente, ha sido muy preguntado. Es natural. Se trata de uno de los hombres clave del momento religioso actual. Como además es español, su opinión aquí es importante en una ocasión crítica ‑muy crítica‑ en que todos andamos bastante “descolocados”, sirviendo a veces (por así decirlo) un juego en el que no jugamos. O ‑por usar un argot deportivo‑ corriendo codiciosos de acá para allá, pero llegando tarde a todos los balones.