Badajoz, quince de septiembre de 2006.
Querido maestro:
Continuando con la conversación del último día… Es cierto que no tenemos base científica alguna sobre el amor, ni existe ningún algoritmo de variables para descubrirlo, ni tan siquiera sabemos de su origen genómico o proteómico, aunque lo que sí comprobamos es que, al descubrirlo, más cerca nos parece estar de la verdad. He seguido reflexionando sobre el pensamiento de Luis Vives: «para aprender a amar hay que aprender a ver«. –Hay que aprender a ver–. Y ello me ha traído el recuerdo de aquel cuento –en realidad a mí me parece metafísica– de Saint-Exupéry, en el que de manera entrañable nos quiere convencer de que solo los niños saben ver.