No te quieres enterar… ¡ye, ye!

31-05-06.

Hoy tenía la intención de comentaros que el pasado fin de semana nos reunimos en Úbeda los compañeros de mi promoción, después de cuarenta años; pero la réplica de mi amigo Diego Rodríguez me aconseja dejar para los próximos días las anécdotas y fotografías de la reunión y contestar con rapidez al amigo que me distingue con su afecto y amabilidad. No obstante, y dicho lo dicho, creo que alargar en exceso las polémicas no ayuda a mantener el interés de las mismas y, como en este caso, puede impedir dedicar atención a sucesos más recientes. Por lo tanto, tras un breve resumen sobre lo expuesto, daré el asunto por zanjado y continuaré opinando, si se me permite, sobre nuevos sucesos que vayan aconteciendo. Y si hay réplicas, como espero y deseo, pues estaré muy agradecido al replicante por la atención que me dispensa.

Como los diez mandamientos, mis escritos se encierran en dos o tres puntos, nada más. En uno de ellos decía que no estoy de acuerdo con todo” lo que dicen o hacen nuestros gobernantes. Sigo creyendo que hasta don José Blanco y doña María Teresa de la Vega coincidirán conmigo en este punto; pero si alguien está completamente de acuerdo con absolutamente todo”, que lo diga y en paz. Y lo decía, porque regalar unas zapatillas a los jóvenes que necesitan una vivienda parece ridículo y hasta de mal gusto. Pero habrá sin duda compañeros que entiendan que la medida es correcta, adecuada y resolverá definitivamente el problema de la vivienda. Que no se preocupen. Que lo digan y todos tan contentos.
También me preguntaba, el día en que el señor Presidente visitó un Instituto de Jaén, cuáles serían los importantes beneficios que aportará el Estatuto catalán a España y Cataluña y por qué razones concretas mejorará la cohesión territorial entre las dos “naciones”, tal y como nos aseguraba. ¿Alguien lo sabe? Pues que lo diga y Santas Pascuas.
Y, finalmente, me preocupaba que una empresa española hubiera sido nacionalizada por un gobernante cuya actuaciones se parecen demasiado a las adoptadas por Fidel Castro hace ya muchos años. Y me preocupaba porque podría ser el principio de futuras actuaciones en idéntico sentido. Sigo pensando que la medida no es positiva para España, pero seguramente otros compañeros pensarán que no tengo razón. Pues que me expliquen en qué medida beneficia el hecho a los españoles y me saquen de mi ignorancia cuanto antes. Les estaré eternamente agradecido. Aparte de bromas y chascarrillos, no creo haber dicho nada más en materia política. ¿O sí?
Reconozco que mis opiniones no están de moda. A pesar de lo cual, intento tener libertad, al menos, para elaborar mis criterios y exponerlos a la gente que estimo con el máximo respeto. Por eso, me cuesta entender cómo un razonamiento tan simple ha sido capaz de motivar respuestas tan encendidas. Soy consciente de que mi evolución ideológica es poco común. Lo acepto. Que un cura se deje barba, se case por lo civil y se transforme en líder de un partido radical, está bien visto. Que antiguos falangistas ocupen puestos de privilegio en los sindicatos, se aplaude. Que periodistas que ayer hablaban de luceros, estrellas y nuevos amaneceres ataquen sin piedad a quienes ayer sirvieron, les convierte en genios del periodismo. Pero que alguien que, en su juventud, creyó en la igualdad, la solidaridad y el progreso, a base de trabajo y libertad, confiese estar decepcionado, visto lo visto, se le convierte en un facha y en un cavernícola sin remedio. ¿Cuál es la evolución correcta? ¿Cuáles son las razones que conducen a la gloria o al extravío? Que alguien me dé una explicación. Suspiro por ella como las beatas en cuaresma.
Diego Rodríguez y yo, además del apellido, tenemos muchas cosas en común. A los dos nos gusta la educación, el teatro y la honradez; tenemos amigos comunes, buen sentido del humor y un pasado imborrable de ocho años; por si esto fuera poco, los dos disfrutamos con un buen vino, una tertulia entretenida y la defensa de nuestras ideas. Cada uno las suyas, por supuesto; como las chaquetas de los amigos de Fidel. En mi opinión, Diego es un hombre extraordinario con una trayectoria profesional impresionante y una mujer con los ojos más bonitos que he visto en mi vida. ¿Sigo? Pues sigo. Amigo Diego, eres tú el que “no te quieres enterar que te quiero de verdad”. Que nuestras ideas no coincidan, en todo, pertenece a nuestra libertad personal. ¿O no?
Por eso, y porque los dos nos profesamos sincero afecto, te invito a que juntos meditemos aquellas palabras de San Agustín que tanto nos gustaba oír en nuestros años de adolescencia, “Dilige, et quod vis face” que como todos los alumnos de la Logse saben, quiere decir: ‘Ama y haz lo que quieras’. Amén.
Barcelona 30 de mayo de 2006.

Día de San Fernando, conquistador de Sevilla y Patrón de las Fuerzas Armadas.

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