¿A quiénes se parecen los niños de los jesuitas?

Creo yo que para cualquier padre es una satisfacción escuchar la frase: “Caramba Manolo, no puedes negar que el niño es tuyo. Tiene tu misma cara”. Dicho lo cual, Manolo baja los ojos tímidamente y sonríe en silencio, orgulloso y complacido. Por el contrario, el hecho de que el niño no se parezca al “presunto” padre, puede dar lugar a situaciones embarazosas.

Ocurrió una tarde en que, finalizada la reunión de ventas, aterrizamos en la barra del bar de siempre. “Berna”, el dueño, era noble, bajito y catalán; Pepe, el camarero, cordobés, alto, guapo y con estilo. Entre los dos existía una magnífica relación y el trato que nos dispensaban era correcto y natural.
A poco de llegar nosotros, entró al bar una señora con un carrito de bebé. Disimuladamente, Pepe nos dijo que se trataba de la esposa de Berna con su hijito recién nacido. Todos nos levantamos con la intención de felicitarlos y hacer los típicos mimos al angelito. Pero, Rafa, un vendedor sevillano, con gracia a raudales, después de mirar al niño, se nos adelantó y dijo en voz alta, para que todos le oyeran:
‑Oye Berna, ¿este niño es tuyo?
‑Sí, contestó el padre con expresión de felicidad.
‑Pues parese mentira, porque tiene la misma cara quer Pepe.
Han pasado más de veinte años. Aquel bebé es hoy responsable del negocio. Pepe se jubiló el año pasado y a Rafa hace mucho tiempo que no lo veo. Pero cuando encuentro a algún compañero de aquel grupo, recordamos divertidos, la ingeniosa ocurrencia de Rafaelito y las carcajadas de los clientes del bar.
Con los alumnos de la Safa sucedía algo parecido. Salvo muy honrosas excepciones, se asemejaban más a sus profesores que a los padres… jesuitas. Incluso el profundo espíritu religioso de entonces, ha derivado, con los años, hacia la inquietud política y muchos compañeros son fotocopias de líderes relevantes. En esto, que es una realidad, radica seguramente el valor de nuestra Asociación. En la diversidad de miembros, de inquietudes y de circunstancias personales. La pluralidad de ideologías, reflejadas en nuestros escritos, conforma un cuadro de singular dinamismo; para comprobarlo, no hay más que dar una ojeada al Rincón del Café. Junto a cierta homogeneidad de pensamiento, resultante de los años vividos en común, se advierte que la Asociación no es un grupo sumiso y sin ideas. Entre todos hemos conseguido que el proyecto vaya arraigando y las numerosas participaciones son un claro exponente de la ilusión con que la hemos acogido. Todas las tendencias son enriquecedoras, convenientes e imprescindibles. Todos los compañeros son importantes, todos tienen cabida y todos son necesarios. Personalmente, creo que lo fundamental es el respeto hacia todas las opiniones honestas y sinceras, y el rechazo absoluto a la mentira; porque sólo puede edificarse partiendo de la verdad.
La figura de don Jesús Burgos ha resultado decisiva para convocar a compañeros, entusiastas incondicionales del educador que modeló, con especial afecto, nuestro primer patrón de vida y de conducta. Su libro, La vida en un columpio, confirma su lealtad a los principios que nos inculcó. Hace unos días volví a visitarlo. Cuesta trabajo comprender la facilidad con que es capaz de enhebrar una conversación profunda y distraída. Asombra su talento para transmitir ilusión, desdramatizar problemas e inspirar planes de futuro. Sorprende que, después de tanto tiempo, algunos de nuestros escritos reflejen con tanta fidelidad su forma de escribir y de sentir. Véase el artículo de Pablo Utrera en el Rincón del Café el 14 de Julio pasado.
No obstante, la Asociación se encuentra en fase de consolidación. Es la primera vez que en las Escuelas se convoca a un grupo de antiguos alumnos para formar una congregación de personas adultas, útil y productiva. A la magnífica acogida inicial del proyecto, ha seguido una fase preocupante. Todos sabemos que hay días en que no tenemos humor para casi nada. Así se lo explicaba a don Jesús intentando justificar mis largos silencios.
‑Pues expón eso ‑me contestaba‑. Que no tienes humor, que los problemas no te dejan pensar, que no te apetece escribir, pero comunícate con tus compañeros. Un grupo así tiene un valor infinito. No permitáis que muera. No sucumbáis ante la fuerza destructora de la rutina.
La novedad del inicio está amenazada por la monótona realidad del día a día, el desánimo, la falta de interés. Las simpatías o antipatías hacia los escritos de los participantes, y las ideologías que en ellos se expresan, pueden ayudar o perjudicar la cohesión entre los asociados. Hay que tener en cuenta que muchos de nosotros ni siquiera nos conocimos personalmente. Al menos por esta razón, esperar que el pasado sea el único elemento de unión entre nosotros es insuficiente. Pretender subsistir sólo del recuerdo de aquellos años convividos en las Escuelas carece de sentido. Hoy, el contacto con los compañeros ha de constituir un elemento nuevo y motivador. Confieso que en momentos bajos, busco consuelo en el Rincón del Café. Recordar personas y situaciones, me ayuda a contemplar los inevitables problemas desde un punto de vista más positivo, más aceptable. Algo parecido se adivina en los escritos de casi todos.
Vuelvo al principio para remarcar que, aceptada la diversidad de criterios e ideologías entre nosotros, existe un espacio para el diálogo y el intercambio de opiniones. Para la curiosidad y el interés. Para la defensa de la verdad y del criterio recto. Para recuperar palabras que se han ido perdiendo y que formaban parte de nuestro vocabulario habitual como lealtad, sinceridad, integridad, honestidad y amistad.
En esta línea, sería interesante conseguir la más amplia participación posible y en concreto, colaborar en la confección del programa para la próxima Asamblea de la Asociación con aportaciones e iniciativas en pro de una reunión divertida, interesante y motivadora. Que valga la pena hacer unas horas de viaje para disfrutar de una asamblea alegre y eficaz.
Agradezco los escritos de los habituales, que, como digo son medicina del alma, así como el cariñoso tirón de orejas que un compañero me ha dedicado en defensa del Padre Juan Tamargo. Le he dado las gracias en carta personal, sobre todo, por tomarme en serio hoy que casi nadie lo hace. Pido disculpas por mis largos silencios y anuncio un verdadero propósito de enmienda. Invito a todos los “Hijos pródigos” a volver a casa de nuestros padres… jesuitas, aunque no sean su fiel reflejo. Son una delicia esas fotos entrañables de bodas y viajes. Se me cae la baba al contemplar las caritas de nietos y nietas auténticos calcos de abuelitos y abuelitas hoy; porque mañana, ¡vaya usted a saber a quién se acabarán pareciendo!
09-09-05.
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