11-03-07.
Atrevidos e intrépidos buscadores de información son mis alumnos y alumnas del grupo de 6.º B de Primaria del colegio «Jorge Guillén». Incómodos para algunos maestros, por la dificultad que supone trabajar con ellos en silencio absoluto, al más puro estilo británico. Pero no son británicos: son mediterráneos; y para más señas, “boquerones malagueños”, como suelen llamar a los habitantes de estas playas de la Costa del Sol. Son graciosos, tiernos, cariñosos, entrañables, ocurrentes… y ávidos de aprender. ¡Casi nada! Acostumbrados a expresar libremente lo que piensan, son críticos con ellos mismos y con los demás. A pesar de la influencia de la “basura” televisiva, orientada a atentar contra la intimidad de todo el que se pone por delante, su opinión es, siempre, para proponer mejorar la convivencia, las normas, las formas de evaluar, las técnicas de trabajo… Porque también esto lo aprenden, si se les enseña a practicarlo.
Yo me siento afortunado con ser el capitán de estos descubridores del saber. Cuando ya no estén conmigo en el próximo curso escolar, los echaré de menos cual cachorrillos mimosos y traviesos que dan sentido a mi vida profesional. Por eso quiero, hoy, cumplir la promesa que les hice cuando descubrieron en internet esta página web. Les prometí escribir en ella sus nombres con letras de afecto: el que procuro darles cada día para que sus aprendizajes sean menos costosos y la aventura del conocimiento, más atractiva. Y lo hago, añadiendo a sus nombres la cualidad que los diferencia: la dulzura de M.ª José, la elegancia de Dani, el interés de José, las ocurrencias de Gregorio, los ojos de Claudia Lafuente, la humildad de Claudia Ríos, la gracia de Auxi, el nervio de Paula, la belleza gitana de Lole, la voluntad de Brunna, la bondad de Marcelo, la nobleza de Pedro, el esfuerzo por superarse de Marina, la inocencia de Jorge, la intuición de Antonio, la complicidad de Berta, la constancia de Ana, las travesuras de Rocío, la espontaneidad de Adrián, la esperanza de adaptación de Nuria, la madurez de Rafa, el espíritu innovador de Borja, el carácter y la simpatía de Mariví, la vida nómada de Yannick…, grabados ya en mi memoria con códigos imperecederos.
A ellos, que les ha tocado vivir en la compleja escuela de hoy, reflejo de los conflictos familiares y sociales tan frecuentes en nuestra época.
A ellos, víctimas de la influencia de la televisión, la calle, la familia…
A ellos, que buscan alicientes por aprender, sin la obsesión por conseguir buenas calificaciones en un boletín de notas.
A ellos, que asisten a la escuela con la esperanza de encontrar, además de esfuerzo y disciplina, un trabajo motivador en sí mismo.
A ellos, que aprenden en cooperación, sin importarles ralentizar el ritmo de adquisición de contenidos a cambio de una educación más humanizada y solidaria.
A ellos, inquietos, atrevidos aventureros del saber, tan diferentes a los reproductores del conocimiento que durante décadas llenaron las aulas de nuestros colegios.
A ellos les dedico estas líneas como prueba de mi afecto y entrega en los proyectos educativos que compartimos. Y, también, como gratitud por seguir manteniendo en mí la misma ilusión que he tenido desde que tomé posesión de mi primera escuela, hace cuarenta años, en El Puerto de Santa María.