Nuevo libro de José María Ruiz Vargas

LA MEMORIA Y LA VIDA.

Somos lo que recordamos.

Nuestro compañero José María Ruiz Vargas, el mayor experto en psicología de la memoria, nos adentra en los misterios de esta fascinante capacidad humana.

Al más puro estilo proustiano, José María Ruiz Vargas, catedrático en Psicología de la Memoria, explora los mecanismos de la misma. Nos proporciona lecciones asombrosas como el modo en que un pequeño detalle insignificante puede desencadenar un viaje interior; cómo hasta lo más anodino se sedimenta en nuestra memoria; el modo curioso en que los recuerdos se almacenan; y hasta qué punto cuando recordamos un mismo hecho estamos reconstruyendo una nueva versión del mismo acontecimiento. A continuación, el docente aborda el porqué de la memoria, cómo negociar con ella, cuántas capas tenemos y cómo se relacionan entre ellas en la construcción de nuestra identidad.

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«Ad maiorem Jesus gloriam» (AMJG)

A mi querido maestro que me acercó al universo de la Literatura, que comenzó a desarrollar mi imaginario personal.
Promoción de maestros Safa. 1966.

El nacimiento de mi educación literaria, el descubrimiento de la literatura como experiencia vital y, en definitiva, mi pronta relación con los textos estéticos lo debo a la figura de don Jesús Burgos. Evocar aquí y ahora al maestro significa situarlo en el marco del lenguaje real y del lenguaje figurado, de la denotación y de la connotación, del horizonte de la función poética. Por ello recurriré a la voz de los poetas para delimitar el perfil del hombre y del profesor ejemplar. Lo acompañaré a través de grandes maestros de nuestra literatura en un intento de reconstruir el retrato del personaje, en un afán de revivir brevemente su vida en aquellos días lejanos de nuestra adolescencia y primera juventud. Espero de su benevolencia y de la de quienes compartieron conmigo en la Safa tan singular experiencia.

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Nuevo libro de Diego Rodríguez Vargas

Nuestro compañero Diego Rodríguez Vargas presenta un nuevo libro, que promete ser tanto o más interesante que los anteriores.

Portada de «Las cadenas del miedo» de Diego Rodríguez Vargas

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El maestro de Arroyoverde

“A Pepe Aranda, por la devoción que tiene a sus educadores”.
Don Fabián ya era viejo y jubilado, pero su juventud se mantenía aún en la mirada. Había vivido durante muchos años entre la gente menuda de un pueblecito dormido sobre los primeros repechones de la sierra, alisado en sus arrabales por las choperas del arroyo que le daba su nombre. Don Fabián era el maestro, el único maestro que había tenido Arroyoverde. Había llegado un día de otoño con la maleta llena de libros y primaveras. Nadie había salido a recibirle. No supo encontrar la escuela, tampoco la iglesia. Solamente los brincos de unos niños y la sonrisa de Teresilla dieron testimonio de vida, en aquel lugar de olvido, al maestro que llegaba.

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Nací en el 48

 

Nací en el 48. Mi madre siempre me dijo que fue el año de los cuellos anchos. Para los que no estén al tanto de aquellos años, la gente comía poco y los cuellos de las camisas quedaban algo holgados.

De mi infancia en la escuela maternal con las monjas de Cristo Rey recuerdo una frase que, con el tiempo, descubrí que la decíamos porque la oíamos así, sin saber el significado, pero que a nosotros nos servía:

Madre, tengo ganas de hacer las «esaguas», mayores y menores.

No pedíamos ir a la toilet ni al baño. Ni tampoco recuerdo dónde estaban.

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Portugal

No sé cuánto tiempo llevo enamorado de nuestro vecino país de la península ibérica, habiéndose juntado quizás múltiples razones para ello: su amable gente; su melódico y sensual idioma; la aureola de país romántico del siglo XIX que atesora paisajes y enclaves maravillosos; sus costumbres ancestrales que se palpan en el ambiente cotidiano y, especialmente, en las zonas rurales; esa veteranía gastronómica tan especial e irrepetible con el bacalao por bandera nacional; las aventuras viajeras por descubrir; sus fados tan melancólicos y sensuales; su monumentalidad destacable con jardines edénicos y ciudades entrañables (Coimbra, Oporto, Sintra, Lisboa, Aveiro, Évora, Braga, Guimaraes, Faro…), pobladas con paramentos de azulejos sin fin.

       

                                    Lisboa                                                    Oporto

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«¡Muchas gracias…; de nada…!»

Es una suerte tener nietos inteligentes que te hacen aprender y vislumbrar, cada día, un futuro más halagüeño. Es lo que me ocurre a mí con mi pequeño Saúl que todos los días me sorprende -y varias veces- con sus “caídas” de parvulito avispado.
Ayer estuvo con nosotros, sus íos (abuelitos) maternos, casi toda la tarde, puesto que -además de regalarnos su simpatía y empatía espontáneas- sabe usar las palabras y frases adecuadas de lo que quiere expresar o pedir, con esa clarividencia que le caracteriza y con la claridad que tiene al hablar, sorprendiendo al que lo oye por primera y siguientes veces, usando un vocabulario preciso y acertado, cual bisturí de cirujano lingüístico impecable. Ahí van tres ejemplos. Uno: volvió a sorprendernos con su fresco y rico lenguaje al explicarnos claramente lo que son los “pivotes” que han instalado en su calle de Sevilla, para que no aparquen los coches en Semana Santa; dos: cuando jugamos a “la guerra de los cojines”, cómo sabe zaparse de ellos cuando se los lanzo y expresar alegremente el verbo exacto: «los he “esquivao”…»; y tres: para comérselo estaba cuando iba contándonos, ce por be, la ponencia infantil que tuvo que dar el otro día ante sus compañeros  y Juande -su maestro- sobre el tema del calamar, pues sabe explicotearse muy bien, diciéndonos que el dibujo que presentó se lo había pintado su hermano Abel y que lo habían coloreado al alimón; y cuyo texto -elaborado y repasado varias veces por su madre antes de la disertación- nos hicieron imaginar el momento perfecto que protagonizó en su aula, añadiendo todo tipo de detalles, con sumo desparpajo: que tiene unos brazos largos que son los tentáculos, que vive en aguas templadas o frías, que tiene tinta para defenderse de sus enemigos, etc.

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De cómo se aprobaron las Matemáticas de 7.º

Cuitado andaba aquel curso el inefable padre Navarrete porque, a su leal saber y entender, sus alumnos de Magisterio andaban cortos en las Ciencias Exactas y Físicas. Demasiadas Letras, que al fin y a la postre poco dinero dejaban a la menguada paga de sus maestros, obligados por necesidad a completarlas con clases particulares. (Esa fue, aunque parezca mentira, la razón ùltima que me argumentó personalmente como Delegado de Curso que era a la sazón. Al igual que la asistencia obligatoria al ensayo de canciones los domingos por la mañana, medida sin precedentes para los alumnos de 8.º porque, según él, nuestra ausencia ‑eramos sólo 16‑ se notaba en la masa de 350 alumnos).

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Nuevas tecnologías en la educación: ¿avance o retroceso?

(Este artículo tiene 20 años. Parece mentira que siga tan actual hoy día)
En el periódico Ideal digital del 17 de agosto he leído un artículo cuyo titular y subtitular, respectivamente, dicen:
Internet arrincona la disciplina y el lenguaje en las aulas
Los docentes critican que los TIC no se utilizan para el fomento de los valores básicos. Piensan que perderán el control de la clase

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