Las islas inventadas, y 14

Por Manuel Jurado López.

 

XVI

Nada perdura tanto

como tu sombra, tanto

como tu olor de rama

y yodo. Con tu ausencia,

la isla solitaria

es un antiguo alcázar

donde viven las nubes

que tejen las tormentas.

 

 

XVII

Yo quise penetrar

en la cueva profunda de tu nombre:

allí era el oleaje,

la escritura de barcos,

los hilvanes de azules

manzanas submarinas.

Te invoqué por tres veces

y tres negros silencios

me golpearon las sienes.

 

XVIII

Tendré que dar mordiscos a la luna,

a su luz afrutada

que penetra, ya tarde,

por los blancos visillos

donde un olor a lilas

recuerda que una mano

de piel rubia dispuso

sus pliegues, y se deshoja.

Tendré que dar mordiscos a la luna

para beber su zumo de mortaja.

 

XIX

Es tiempo de escasez.

Falta tanta alegría,

tantas inciertas noches

de palabras amables…

Tiempo de reparto

de bienes: un jirón

de niebla, algo de lumbre,

un libro descosido,

trozos de soledad

encima de la mesa

con pájaros -los dedos-

que apresan las migajas.

 

XX

También hay otras puertas

que dan al sueño eterno,

al arenal mullido

donde los pies mojados

no dejan huella alguna.

Puertas que llevan a una densidad

salada. Allí los sueños

se hacen grises mareas interiores

de islas que se inventan.

juralopez42@msn.com

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