«Vánitas vanitátum»

VIEJAS USURAS, ESPLENDORES VENIDOS A MENOS,
discretas defunciones que nunca son bien vistas
en familias así: llenas de vicios y ternuras. Todos en la sala,
bajo el olor a talco y amuletos, exvotos y lavanda,
rezando una llovizna de delitos, pecados veniales, mortales,
de parientes y amigos: los salmos encubiertos de la ira.

Los responsos, igual que un libro de horas pasado
por las lágrimas, al bañomaría de la fe. La lujuria, teñida
de oraciones, falsa viuda con encaje de olas en la piel
más profunda, lencería del goce. Espejos, cornucopias,
retratos de la Legión Extranjera, soberbios caballeros,
damas y bastardos. Arquetas con milagros antiguos de escritura
manual y mala ortografia. Las sales, el cazalla, las toses
de las puertas, los bostezos. Un aire agrio cruza, se entretiene,
se filtra hasta los huesos, y se estremecen las ramas de la sangre
vencida. Y cuando pasa el aire y deja su perfume
de habitación cerrada, aparecen los números en su danza de cifras.
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«Dramatis personae»

«La maschera è la chiave di tutto»
Silvana Latmann
 

HE PERDIDO DE NUEVO LOS PAPELES. He alzado la voz en medio de las voces que dentro de mí pugnaban por hacerse con el poder en un golpe de ideas. Furioso, he dado con el puño en la mesa y he dicho: «mientras viva, ni un solo pensamiento os pertenece. Nada de cuanto diga o mienta o finja o ame es divisible herencia. No andéis como rapaces aguardando los despojos del combate del tiempo». Puro teatro: tengo ya las horas contadas.

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