Por Juan Antonio Fernández Arévalo.
A sugerencia de José María Berzosa, he querido transmitiros las razones y objetivos que me han impulsado a convertir en libro los comentarios de obras maestras de la pintura, que durante un tiempo publiqué en esta página web. Para ello, he contado con la generosa colaboración de mi amigo Antonio Lara, quien ha escrito un excelente Prefacio, cuyas valiosas reflexiones y magnífica prosa han enriquecido, sin duda, este modesto libro.
Creo que la Introducción refleja de algún modo mi posición de principio desde el punto de vista historiográfico, los objetivos que me propongo y las personas a las que van destinados estos comentarios, que habéis ido siguiendo poco a poco. Ahora los he recogido en un pequeño libro con un propósito didáctico que, por desgracia, no abunda demasiado en los libros sobre Historia del Arte. Los profesores de Enseñanza Secundaria, y más si somos también maestros (hermosa palabra), como es mi caso, hemos interiorizado unos procedimientos y una intencionalidad didácticos, sin los cuales es muy difícil, o casi imposible, transmitir a los alumnos, cualquiera que sea su nivel académico, unos conocimientos que permanezcan en su bagaje cultural, como algo aprendido para siempre, al menos en sus líneas básicas.
A continuación, pues, reproduzco esta Introducción:
«Tras más de treinta años como Profesor‑Tutor de Historia del Arte en el Centro Asociado de la UNED en Cartagena y otros tantos como Profesor de Historia Universal y de España en el instituto Isaac Peral de la misma ciudad, me reafirmo en la convicción de la imbricación indisociable entre la Historia y el Arte (pintura, escultura, arquitectura, música, literatura) y, en menor medida, quizás, con otras disciplinas como la Filosofía, la Economía, la Ciencia o la Tecnología.
Superado el componente tradicional de la Historia narrativa como mera relación de hechos y personajes, surge en el siglo XX una nueva visión de la historia, que se inicia con los Anales (E. Bloch, L. Febvre, F. Braudel) y se ocupa de los aspectos económico‑sociales como base fundamental de la Historia. A partir de ahí, la Historia va abarcando nuevos campos para convertirse en una Historia “totalizadora”, integrando poco a poco todas las materias en un intento de interconexión de las diversas disciplinas. En gran manera, esta nueva historia toma el relevo de lo que fue la Filosofía en el mundo clásico greco‑latino, que fue perdiendo un cierto protagonismo en favor de la Historia, aunque sin eludir aquella la reflexión sobre el pensamiento y sobre las cuestiones más trascendentales de la vida del hombre.
Siguiendo, pues, las nuevas tendencias de la historiografía moderna, he intentado aglutinar Arte e Historia, tomando como referencia un conjunto de obras maestras de la pintura, que he titulado Mis pinturas favoritas y han ido publicándose en la página web de los Antiguos Alumnos de la Escuela de Magisterio de la Sagrada Familia de Úbeda y en la del Ateneo de Málaga, ambas por la deferencia de sus respectivos presidentes, José María Berzosa Sánchez y Diego Rodríguez Vargas, a quienes agradezco su generosidad. Todas las obras que se publican son obras maestras, aunque podrían haberse incluido otras de igual o mejor factura. Estoy pensando en “Las Meninas” de Velázquez (cuya ausencia justifico en alguna de sus obras), “La ronda de noche” de Rembrandt, “La Gioconda” de Leonardo da Vinci, “El entierro del conde de Orgaz” de El Greco, “El jardín de las delicias” de El Bosco, “El descendimiento” de Van der Weyden y alguna otra de Tintoretto o Veronés. Algunas de ellas, como “El jardín de las delicias”, de especial dificultad para su comentario, por su simbolismo y surrealismo, y otras, como “El entierro del conde de Orgaz”, por haber sido objeto de comentario por parte de tantos historiadores y críticos que no habrían dejado espacio para aportaciones nuevas u originales. En cualquier caso, he paliado esa deficiencia con un capítulo, “Retrospectiva de conjunto”, que cita muchas de esas obras ausentes.
Mi interés por la pintura nació al estudiar la asignatura de Historia del Arte del primer curso de Comunes de Filosofía y Letras. Durante el mes que viví en Madrid, no falté a la cita con el Museo del Prado ni un solo día laborable. Allí me enamoré de Velázquez sobre todos, de Rubens, de Goya, de Tiziano, de El Bosco…, y esa fascinación por sus pinturas fue creciendo por el contacto directo con los alumnos, a quienes trataba de transmitir ese amor por la Belleza, por la Estética, por la Luz, por el Color…, y tengo la impresión de que el calor que desprendían mis explicaciones no caía en tierra yerma. Muchos alumnos me hablaban del reconocimiento de un estilo o de una obra, tanto en pintura como en arquitectura; y la percepción de estar contagiándoles mi amor por el Arte alimentaba aún más mi dedicación a la lectura de libros y revistas de Arte, a la visita a museos, al disfrute, en definitiva, de todo lo que encerrase alguna expresión artística. Y me convertí en Crítico de Arte amateur, escribiendo sobre pintores y escultores locales, algunos de notable calidad como Enrique Navarro, Ramón Alonso Luzzy, Carretero y Francisco Solana, entre otros. Podríamos decir, si no sonase a cursi, que la pintura (para la que no fui dotado) me prendió en sus redes y aquí estoy, presentando esta pequeña obra.
El afán que me mueve, al editar el libro que les presento, es el de recoger, de manera didáctica (cuestión que muchas veces se olvida), los comentarios sobre cada una de las obras, incorporando reflexiones sobre la historia, la religión, la sociedad, la política… que, en mayor o menor medida, juegan un papel importante en la mayoría de las obras tratadas.
He procurado utilizar un lenguaje sencillo y asequible para cualquier lector de una cierta cultura histórica y artística. Quizás, también, he pretendido dejar la impronta de mis preocupaciones e interés por la enseñanza (“de mi espíritu, asidua compañera”) y, finalmente, me he divertido (en el sentido intelectual más que en el hedonista) repasando notas personales, consultando libros y revistas, reflexionando sobre cada una de las obras que intentaba diseccionar. Si he conseguido atraer la atención y el interés de mis colegas y de los alumnos de bachillerato y universitarios que me hayan leído (a los que va destinado el libro), me doy por satisfecho; pero, en todo caso, he disfrutado con los que han sido mis héroes durante una buena temporada (Van Eyck, Miguel Ángel, Tiziano, El Greco, Rubens, Hals, Velázquez, Rembrandt, David o Goya, y todos los que han pasado por mi mirada, siempre dispuesta a reconocer lo mejor del legado de cada uno de ellos).
El comentario de los distintos elementos que conforman un cuadro de pintura (dibujo, técnica, composición, luz, color), unido al desarrollo de un amplio contexto histórico (político, social, económico, religioso, literario), es la mejor manera de acercarse a cualquier obra maestra. Mi pretensión es que sea un librito útil, que ayude a amar la pintura y, por lo tanto, la Belleza. Como he dicho anteriormente, si he logrado captar el interés y el gusto por las grandes obras pictóricas y, desde luego, por los museos, me sentiré reconfortado y, tras muchas lecturas, habrá merecido la pena el esfuerzo de análisis y síntesis realizado en estos comentarios».
Cartagena, abril de 2015.
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