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San Juan de la Cruz en Úbeda, 3

30-08-2011.

Pero, quizás, la diferencia más notable entre uno y otro texto biográfico se refiere a la percepción e interpretación como algo prodigioso, sobrenatural y milagroso que cada uno de los biógrafos hace con respecto a los mismos sucesos. He señalado antes que el relato de esta última etapa de la vida de San Juan en Úbeda se configura en torno a la evolución de la terrible erisipela que desemboca en su agonía y muerte.

Voy a distinguir tres apartados o momentos:

A) Desarrollo de la enfermedad como imitación del sufrimiento de Cristo en la cruz y sus manisfestaciones prodigiosas.

En el texto de fray Jerónimo, la enfermedad progresa de modo fulgurante: «Llegado a Úbeda, se le acrecentó el mal de las calenturas con una llaga, que de una inflamación se le hizo en el pie derecho, en el mismo lugar donde Cristo nuestro Señor tuvo la del clavo, y alrededor de esta en forma de cruz, abrieron los cirujanos otras cuatro muy grandes, que para cura de la primera fue necesario, dando el venerable padre muchas gracias al Señor porque en solo un pie, y en forma de cruz, le había dado su Majestad una como representación de sus cinco llagas sacratísimas». (Dibuxo…, pág. 35).

Nótese la alusión a la Imitación de Cristo mediante la afinidad de las llagas en forma de cruz que «abrieron los cirujanos».

En la biografía de fray Crisógono, aunque se alude a la imitación de las llagas de Cristo, éstas no son debidas a la acción del cirujano ‑como dice fray Jerónimo‑, sino a «la inflamación virulenta, que revienta en cinco llagas en forma de cruz». (Vida…, pág. 389).

El relato de la progresión de la enfermedad es, en fray Crisógono, bastante más extenso, porque anota los comentarios de los frailes que asisten a las curas de la llagas, los diálogos de fray Juan de la Cruz con ellos y, sobre todo, porque describe los tratamientos del cirujano Ambrosio de Villarroel, mediante un extremado realismo naturalista: «Las curas eran dolorosas. El cirujano corta pedazos de carne, hurga entre los nervios, quemándole las heridas, mete hilas entre las llagas, deja entrever el hueso. Todo dando buenas cuchilladas». (Vida…, pág. 390).

Pero las dos biografías van a desembocar en el mismo punto. El de las prodigiosas manifestaciones de la secreción que mana de las heridas de fray Juan de la Cruz y que va a originar dos fenómenos:

a) El pus y los paños que se utilizan para la desinfección exhalan un perfume «delicioso, parecido al almizcle».

b) Los numerosos paños, vendas e hilas utilizados en las curas del santo servirán para sanar a otros enfermos.

En su Dibuxo…, fray Jerónimo se interesa mucho más en describir la virtud milagrosa de aquellos paños que, bañados de pus, se había guardado el cirujano Villarroel en su faltriquera y con ellos sanaba a sus enfermos. Acudamos al texto:

«Sacáronle de ellas mucha cantidad de materia, de tan maravillosa virtud que, oliendo suavemente, los paños empapados en ella curaban enfermedades, y quitaban dolores […]. La virtud milagrosa de aquella misma materia se manifestó en las curas que se hicieron con los paños bañados en ella: aplicados al estómago de un mercader llamado Juan de Cuéllar, le libraron de un recio dolor que padecía; puestos en los ojos a Francisca Iseo de Torres, que tenía para perder el uno, le fueron saludable colirio; rodeados a una pierna quebrada y tullida de un hombre que andaba con muletas, se la consolidaron y sanaron del todo, como también a un brazo de una criada de doña Gerónima Enríquez de Carvajal, llamada Antonia, que se le había quebrado y hecho astillas». (Dibuxo…, p. 35).

La fascinación con respecto a las virtudes del pus que mana de las heridas del padre Juan de la Cruz llega casi al dislate en el Dibuxo…, cuando se lee:

«Pero lo que singularmente manifiesta la virtud y suave olor de aquella materia milagrosa es que, habiendo encontrado un religioso del mismo convento en aquella sazón una escudilla entera de ella, juzgando era algún potaje muy sabroso, se la bebió toda, no solamente sin asco, pero con sumo gusto, como después, cuando supo lo que era, testificó ni arrepentido ni asqueroso». (Dibuxo…, p. 36).

Mucho más comedido, fray Crisógono coincide con fray Jerónimo en afirmar que «La carne se va deshaciendo en materia, que mana constante y abundantemente. Tazas enteras se llenan de pus, dos o tres por la mañana y otras tantas por la tarde. Pero huele bien; un olor parecido al almizcle. Tan bien huele, que el hermano Diego de Jesús no siente repugancia en llevarla hasta los labios». (Vida…, p. 390).

Y, en cuanto a los efectos milagrosos de los paños, sólo dice que «el cirujano corta pedazos de carne y se lleva una de las vendas, empapadas en materia que huele a almizcle. Con ella curará a muchos enfermos». (Vida…, p. 394).

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