21-09-2010.
Ya puestos… Entendemos, creo que casi todos, que estamos pasando por una época de inestabilidad en todos los niveles. Y que esta inestabilidad no va a ser circunstancial, corta, sino que nos tememos que se vaya a prolongar, en el tiempo venidero, más de lo que desearíamos.
Creo también que no sólo hablamos de inestabilidad; también, de recesión. Vamos para atrás y se nota que hemos llegado a los límites que se podían soportar, insisto, en todos los niveles. Se ha llegado a decir que va siendo hora de que la Humanidad busque la forma de poder garantizarse su supervivencia en el exterior de este planeta, con un plazo de doscientos años para lograrlo (lo cual pudiera parecernos largo; pero, a niveles planetarios y universales, eso es una minucia).
Los síntomas son claros y no debiéramos tomar la cosa a chacota. Hay quienes lo hacen (entre ellos nuestro ex presidente, más seguro de sí mismo).
Precisamente, sin embargo, nuestro ex, cuando de choque de civilizaciones se trata, sí que se toma las cosas en serio. Y, como digo, siendo poco correcto, casi, casi que le doy la razón. Aunque no llegaré a los simplismos manejados ni al maniqueísmo ramplón e injusto. Ya se imaginarán que me refiero al problema (real o artificial) creado entre la llamada civilización occidental/cristiana y la oriental/islámica. Hay enfrentamiento, no se dude.
Se nota la prevención, incluso el miedo que se va engendrando en nuestra sociedad, ante la radicalización que el islamismo está adoptando: la recesión es evidente entre ciertos grupos o sectas. Los radicales siempre son una minoría, mas una minoría muy activa y presente; siempre ha sido así con todas las minorías (¿no han sido siempre minoritarias las “extremas” de la política y, sin embargo, muy temidas y eficaces?). No por minoritarias se ha de despreciar la influencia que las facciones o sectas islámicas ejercen y ejercerán entre los fieles de esta religión; y el ejemplo más vivo lo tenemos en el asentamiento que la radicalidad, cuando ha sido seguida y se ha impuesto como en Irán, se produce en una sociedad o un estado, para quedarse como dictadura.
Por ahí se manejaba la frase «Aprovecharemos vuestras leyes para imponer las nuestras» (más o menos), que algunos achacan a los islamistas más activos que operan en nuestra sociedad, con gran inquietud de los que rechazan lo que está sucediendo; y no se acuerdan de que esto no es exclusivo del islamismo, sino que se ha venido siempre utilizando por todo minoritario con agallas e hipocresía que decida ocupar el poder, engañando a todos y aprovechándose de las estructuras legales existentes (así lo hizo el nacionalsocialismo; así lo ha hecho Chávez).
Dejando aparte lo que representan, como peligro real, los grupos armados fanatizados, a los que no se puede sino combatir y destruir, hay que centrarse en lo que representa un avance del islamismo entre nosotros. Yo creo que, en principio, no debería representar peligro alguno, si de veras se entendiese que existe o debiera existir la libertad de pensamiento y de religión y, por lo tanto, el respeto mutuo. Si, además, se entendiese y quedase ciertamente claro que es la sociedad civil y, por principio, laica la que dicta las normas y leyes, y todo lo demás ha de supeditarse a ella, todo movimiento religioso, especialmente el que desde el islamismo trata de imponer la ley coránica como ley civil, quedaría anulado, pues, el peligro de imposiciones religiosas a la totalidad ciudadana. Por ello, ya escribí una vez que se debe imponer el principio de reciprocidad entre nuestra sociedad y la de otras zonas (occidente/oriente, o cristianismo/islamismo) como norma definitiva y común de comportamiento y de relaciones entre las personas. Acá nuestras leyes, tal como allá las suyas; y dejarnos de debates ridículos sobre prendas que llevar en la calle (ya saben: las mujeres; porque los varones llevan las occidentales sin problemas) y otras zarandajas… No hay medias tintas ni debieran haber excepciones (y menos, tonterías de nuestra superioridad moral, para demostrarles que no obramos como ellos y consentirles que nos presionen).
Pero existe ciertamente una malísima conciencia occidental sobre el recuerdo del obrar durante siglos frente al islamismo, despreciándolo o sometiéndolo; y también resurge una potente corriente fundamentalista en el mundo cristiano, que nos va llevando a revisar lo alcanzado e incluso a negar aspectos del pensamiento que ya habían sobrepasado antiguas doctrinas. Y en el islamismo hacen lo mismo. Así, el enfrentamiento ‑que no el respeto y la convivencia‑ es y será la norma.