El Niño de Praga y el teatro negro, otra forma de ver Praga, y 3

Está en todos los escaparates de souvenir, en las tiendas de cristal de bohemia, en las de cerámica, en los folletos informativos, en las guías turísticas… y en su iglesia. Ver un Niño Jesús tan diminuto por todas partes, nos estimulaba el deseo de conocer al auténtico. Así que nos planificamos para incluir la visita a su templo, en el que el cansancio nos obligó a sentarnos en los incómodos bancos, condicionados para arrodillarse, ya que un inoportuno listón a la altura de la media espalda fuerza a los devotos a hincar las rodillas en la traviesa destinada para ello.
Finalizada la celebración litúrgica –casualmente, misa en español‑, nos acercamos al rococó retablo que adornaba el altar del popular Niño Jesús. 

Allí estaba ante nuestros estupefactos ojos. Tan dorado, tan engalanado, tan insinuante, tan misterioso, tan presuntuoso. La Virgen del Rocío, como cualquier otra imagen andaluza, son modestos intentos de ornamentación, comparados con la riqueza que este niño exhibe. ¡Dios mío, pero si esta criatura nació en un pesebre por decisión propia! ¿Cómo se atreven a convertirlo en una figurilla que presume riqueza y poder? ¿Así intentan convencer a los austeros agnósticos o a los reformistas que se rebelaban contra el exceso de magnificencia de un catolicismo imperial, basado en la doctrina tridentina? Desde el punto de vista artístico, es discutible su valor, dependiendo de los gustos; pero, desde el punto de vista religioso, no deja de ser una contradicción más de la esencia evangélica.

 

Quedó atrás la curiosa experiencia de nuestro encuentro con tan peculiar imagen y nos dispusimos a disfrutar de uno de los espectáculos más típicos de la ciudad: el teatro negro. Vladimir, nuestro guía cubano del día anterior, nos había reservado las localidades para asegurar una visión perfecta y, aunque sabíamos algo de esta variante teatral, nos sorprendió cómo los nueve actores y actrices nos deleitaron con la versión de Alicia en el país de las maravillas, titulada Visiones de Alicia, en la que la protagonista pasa por todos los instantes bellos de la adolescencia, los primeros escarceos amorosos y la incipiente edad adulta, descubriendo la vida y sintiendo la risa, el llanto, la alegría y la tristeza. Todo ello, sobre el trasfondo de la antigua Praga. Pocas veces he visto tanta perfección interpretativa, tanta fuerza imaginativa, tan bello lenguaje poético, tan esmerada coordinación en el complejo y oculto entramado mecánico, que hacía volar a los personajes o aparecer inesperadamente siluetas y objetos fantásticos que nos trasladaban a los espectadores a un mundo de fantasía.
El teatro negro nació en Praga y sigue siendo una de las señas de identidad que atrae a estudiosos de este género dramático en todo el mundo.
Salimos de la sala con la satisfacción de haber aprovechado el tiempo y continuamos nuestro recorrido nocturno, volviendo una vez más al puente de Carlos, donde el silencio, la brisa fluvial y el reflejo de las luces sobre las apacibles aguas del Moldava hicieron sentirme nuevamente un excepcional privilegiado. En la plaza vieja, la multitud de turistas, ingenuos y boquiabiertos, miraban la imagen del reloj del siglo XV que recuerda lo imparable del tiempo. El espectáculo del desfile de los apóstoles, baile de la muerte con el reloj de arena y canto del gallo sólo se producía a las doce de la mañana, lo que dejó a más de uno decepcionado en las esperadas campanadas nocturnas.
Praga, encrucijada de la cultura cristiana y judía, es una ciudad de teatro. El barroco de sus iglesias no es sino una representación dramática de un mensaje conciliar; el Niño Jesús, de origen español, es la escenificación del poderío católico ante la incuria de los templos luteranos; el reloj, la manifestación iconográfica de la victoria de la muerte sobre la humanidad; la ópera y el teatro negro, en sesiones diarias durante todo el año, la representación escénica más perfecta de cuantas se pueden imaginar.
Si van a Praga alguna vez, beban cerveza checa a un euro la jarra de medio litro, utilicen tranvías y metro para desplazarse con el sistema de billete único para todo. Es un gustazo. Y no lo olviden: en cualquier momento puede abrirse el telón. Pasen y disfruten del espectáculo.

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