Llegaron nuevamente las vacaciones estivales y mamá consultando con los abuelitos maternos programó dos quincenas diferentes para disfrutar de la playa y el mar (la primera), así como hacer turismo de interior a pesar del calor reinante (en la segunda). Tanto yo como mi hermanito, ya durante los últimos días de clase y la última semana de junio, nos íbamos relamiendo y repreguntando a mamá y los íos (abuelitos, como los empezó a llamar Saúl desde pequeño) a dónde iríamos a pasarlas. Era gracioso oír a mi hermano, con su lengua tan clara que está para comérsela (como dicen los abuelitos), y su timbre de voz tan característico que él quería ir a Torre del Mar y Úbeda repetidamente, confundiendo muchas veces ambas poblaciones. Lo mismo repetía yo, aunque sabiendo a cuál me refería cada vez que las mencionaba, para eso soy el mayor y tengo siete años. ¿Cómo no me voy a acordar de ambas ciudades si llevo bastantes años visitándolas…?