Recuerdos de la SAFA – 46: Mi amigo, el feo.
En las escuelas de aquel tiempo, casi todos los cursos tuvieron su “feo”, como todos tenían su “gordo”. Nuestro curso también. Teníamos un “feo” que merecía el apelativo, pero nuestro “gordo” era más fruto de nuestra maledicencia que de su peso excesivo. Nuestro “feo” se ganó el mote por su desaliño y sus visajes faciales, pero nuestro “gordo” lo era a fuerza de ser buena persona y porque el agua le alimentaba (eso se decía entonces, porque la comida del Colegio no era como para producir obesidad mórbida).
Nuestro “feo” tenía unos ojillos entrecerrados y una mirada honda y afilada que nos taladraba con unas pupilas verdegrisáceas que brillaban tras sus pestañas pitañosas. Nuestro “gordo” tenía la expresión franca, con ojos grandes de mirada serena y afectuosa que irradiaban una gran paz de alma y una plácida satisfacción.
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