El ser humano, en su periplo y paradoja vital, va desarrollando y dejando huella de una serie de hábitos y actitudes, ante su entorno más inmediato, que son consuetudinarios a su efímera existencia y que dice mucho de las equivocaciones que continuamente comete al ir marcando falso territorio y/o volátil poder en su cotidiano proceder.
Si eso se complica con el “homo politicus” que todos llevamos dentro, desemboca irremisiblemente en tomar -por sistema y costumbre- dos actitudes o comportamientos -tan nefastos, políticamente hablando- para la buena convivencia y el idóneo gobierno social, que ya desde pequeños llevamos impresos cual egoísmo exacerbado, como son: “Quítate tú que me ponga yo (a mandar, se entiende)” y “Ahora que mando yo, haya consenso y armonía total; acepta sin ambages todo lo que yo proponga”.
No hace falta ser muy agudo ni observador, sino simplemente ciudadano de a pie que está asomado a la realidad social que le circunda, para darse cuenta de cómo está nuestro patio político nacional e internacional, pasando por el local, provincial o autonómico; e incluso, si se observa detenidamente, de cualquier institución del tipo que sea (incluida la familiar o conyugal), en donde se masque y maneje poder de algún tipo.
¿Será que es nuestro sino -irremisiblemente humano- este comportamiento gregario que quiere hacernos ovejas de un mismo redil? ¿Lo llevaremos genéticamente impreso y no nos podremos desprender de él nunca? ¿Podremos o querremos cambiar esas actitudes alguna vez, tanto como individuos como seres sociales? ¿Será realmente la educación -verdadera y no la partidista ni sectaria- la que nos hará libres en algún tiempo futuro? ¿Seremos capaces de ver -alguna vez- la viga en nuestro ojo más que la paja en el ajeno?…
Con estas y otras elucubraciones y preguntas -cuasi filosóficas- me he levantado esta mañana, pensando que sería interesante compartirlas contigo, empedernido o novel lector, que has dedicado tu valioso tiempo en leer este artículo. Gracias, me sentiré contento, si he despertado en ti curiosidad y/o deseo de cambiarlas -al menos individualmente-, porque socialmente todos sabemos que es muy difícil, cuando no imposible…
Sevilla, 17 de junio de 2020.
Fernando Sánchez Resa
Así es, Fernando, yo creo que va escrito en nuestro genes y si no mira la historia de España, las historias familiares e incluso las bíblicas, Caín y Abel. ¡Sin remedio!
Señalas, Manoli, una constatación fidedigna de que esto del poder y el mando no tiene remedio, respondiendo a las preguntas lanzadas en mi artículo; lo que nos deja sin esperanza…
Muchas gracias por tu oportuno, sincero y espontáneo comentario…