“Sed de mal”

 

Por Fernando Sánchez Resa

Aquella fresca noche del 12 de noviembre de 2015, el ubetense de a pie tenía complicada la elección cultural más idónea a la que asistir, pues se solapaban tres, todas ellas inmejorables: el cine de todos los jueves, promovido por Cineclub El Ambigú, en el Hospital de Santiago de Úbeda (Jaén); la jornada de la “Semana Sanjuanista”, en el mismo lugar; y la charla de Espido Freire, enmarcada dentro de las actividaddes del IV Certamen Internacional de Novela Histórica “Ciudad de Úbeda”.
Como no tengo (ni tendré nunca) el don de la ubicuidad, elegí escuchar las oportunas explicaciones que Juan nos dedicó a los cinéfilos asistentes, prefiriendo visionar la esperada película “Sed de mal” (Touch of Evil, 1958), en V.O.S.E. (Versión original subtitulada en español), captando alguna que otra frase en inglés, gracias a mi incipiente aprendizaje de este idioma. ¡Albricias…!

Juan contó que era una película en la que interviene Charlton Heston (bastante joven, por cierto), que fue quien influyó para que Orson Welles actuase como actor principal; además de guionista (pues aceptó, sin haber leído la novela de Whit Masterson, «Badge of Devil» (1956), una historia ramplona de la que, rompiendo su estructura lineal, en dos semanas sacó un primer guión); y director, pues OW se encontraba en Europa, un poco apartado/castigado por las fuerzas económicas y/o políticas norteamericanas, tras el órdago de “Ciudano Kein”. Pero él vuelve a su tierra y, en pocas semanas, prepara el mencionado guión y con un presupuesto más bien escaso dirige la película, actuando también como actor principal y antagónico, mano a mano, con Charlton Heston (Ramón Miguel Vargas, el inspector de la policía mejicana). La poderosa humanidad de la que ya hace gala Orson Welles (que es la que más conocemos todos y ha trascendido) es la que luce como personaje en esta peli: un policía corrupto, con sesgo fascista y maquillado con unos tintes aún más fuertes de gordura y fealdad de los que tenía en la realidad.

La historia es sencilla y premonitora de lo que nos puede llegar en un futuro, que ya es presente: el mundo de la corrupción, el chantaje y el gansterismo como modelo de lo que puede ocurrir en cualquier parte del mundo, sin necesitad de ponerle demasiada imaginación, en donde los bajos fondos y las mafias que se saltan la ley por sistema imperan, siendo la frontera de Estados Unidos y México de 1958 su paradigma.

 


Juan nos advirtió que visionásemos con mucha atención las primeras escenas de la película, puesto que para los cinéfilos entendidos es memorable el plano secuencia -de tres minutos largos- que culminan en la explosión de una bomba, colocada en un automóvil, que cuesta la vida a dos personas, haciéndose cargo de la investigación el inspector americano Hank Quinlan (Orson Welles), asistido de su ayudante Pete Menzies (Calleia). Allí impera la ley de Quinlan, mientras vamos descubriendo su modo de actuar nada ortodoxo, pero que goza de una credibilidad inadmisible entre sus conciudadanos. Todo se va complicando cuando llega Ramón Miguel Vargas, el inspector de la policía mejicana, (Charlton Heston), con su flamante y guapa esposa, Susan (Janet Leigh), de luna de miel, que se convertirá en otra cosa muy distinta, entre el tejemaneje de unos gánsteres mafiosos cuyas nuevas generaciones son dignos ejemplos de la depravación personal y familiar más acusada. No te voy a contar el final, conspicuo lector, pero sí te hablaré de sus destacados actores, los dos principales: Waine y Orson, enfrentados por esclarecer la verdad del atentado con el que comienza la película hasta que triunfe el personaje más constante y valiente; y que llevará la razón, para gozo y descanso del sufrido espectador. La actuación de Welles es estremecedora, llena de una hondura psicológica que logra acercarte a ese ser monstruoso que es Hank Quinlan. También encontramos a una Janet Leigh, “pre-psicosis”, como Susan, esposa del comisario Vargas, acosada en un motel; y a un Akim Tamiroff como el mafioso mejicano, Tío Joe Grandi.

 


Este film se rodó en exteriores de Venice (LA) y en los platós de Universal Studios (Universal City, CA), con un presupuesto de serie B. La acción dramática tiene lugar en Los Robles, pequeña localidad fronteriza situada a caballo entre Méjico y EEUU, en 1957, a lo largo de un par de días. Este filme está bien ambientado en sórdidos ambientes, con recuerdos recurrentes del inspector Orson Welles del asesinato de su esposa, su pasado alcohólico y su depravada y dura vida de policía sin recompensa, que solo le reporta disgustos y poca hacienda económica. Es genialmente fotografiado por Russell Mety, que rezuma el expresionismo alemán, reflejando perfectamente la opresión del ambiente en que se desarrolla. Henry Mancini se luce con una banda sonora muy acertada y muy interesante también como pieza musical fuera de la película.

 


Los aplausos, a su término, se dispararon espontáneamente, pues quisieron premiar a esta cinta cinematográfica de enredo policial negro, insuflada de un talante genial, el de su director y los tres actores principales que hacen pasar al espectador por momentos estresantes y de miedo, gracias a las crudas escenas que se presentan o vislumbran, en los que el horror del crimen organizado y la corrupción policial más descarada hacen peligrar la dulce vida de la pareja de enamorados que habían ido a pasar una tranquila luna de miel al país chicano del novio y con un objetivo muy distinto al que al final tendrían que enfrentarse.

 


Por eso, nada más acabar la proyección y tras los merecidos aplausos, se constituyó un provechoso mini cinefórum, con todos en pie, analizando fugazmente lo visionado y realizando una fugaz reflexión sobre la ambigüedad de la conducta del ser humano, la honradez, la corrupción y el dilema moral entre respetar la ley o hacer justicia a cualquier precio; trasladándola a nuestra sociedad actual en la que vemos, con demasiada frecuencia, cómo estamos rodeados de corrupción y mentira, quizás sugiriendo que nos tendremos que acostumbrar a ellas para sobrevivir; a no ser que determinados valientes ciudadanos de a pie fuercen su contención o anulación.
Úbeda y Sevilla, 17 de marzo de 2020.
Fernando Sánchez Resa

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