“Los pinares de la sierra”, 01

Por Dionisio Rodríguez Mejías.

PRÓLOGO

A día de hoy, cientos de urbanizaciones en Cataluña continúan sin legalizar, a pesar de los esfuerzos de las distintas administraciones por resolver un problema de tan lamentables consecuencias. El fraude arranca en la década de los años setenta; cesó prácticamente con la llegada de la democracia y el resultado fue que miles de familias perdieron sus ahorros y se arruinaron, víctimas de la codicia de unos desalmados y de la indiferencia de una administración insensible a los problemas de las clases sociales más crédulas e indefensas.

Solo Barcelona acumula más de un millar de este tipo de promociones, siendo la provincia más afectada de las cuatro que componen la comunidad. En Gerona sobreviven más de quinientas, y en Tarragona una cifra semejante. En consecuencia, más de medio millón de personas viven hoy día, en estos falsos “complejos residenciales”, que carecen de infraestructuras y saneamiento; en su mayoría, las calles continúan sin asfaltar y más de la mitad no disponen de alumbrado público.

Para alimentar su insaciable afán de riqueza, numerosos promotores utilizaron a jóvenes codiciosos y sin escrúpulos, dispuestos a cometer las más osadas tropelías a cambio de dinero. Cada día, imaginaban nuevos trucos para engañar a sus clientes: prometían cosas que jamás pensaron cumplir; aparentaban afectos que no sentían; presionaban, amenazaban y utilizaban cualquier recurso fraudulento, para convencer o amedrentar según exigieran las circunstancias a ingenuos compradores, que, como las víctimas del tocomocho o la estampita, compraban pensando que hacían el negocio de su vida.

Languidecía el franquismo y con la inminente llegada de la democracia, se decía que volverían los emigrantes del extranjero, que se acabaría el paro, y que los hijos de los trabajadores alcanzarían el lugar que les correspondía en la sociedad. En un momento, en que superados los efectos de la guerra civil, las familias españolas vivían con entusiasmo el resurgir de nuestra economía, la utopía del huerto y la casita en el campo, era un sueño para los miles de emigrantes, que llegados de otras regiones españolas, se sentían felices y seguros en Cataluña. De manera increíble, los promotores nunca fueron considerados delincuentes. Los jueces resolvieron las contadas denuncias, que rara vez interponían los afectados, con una o dos semanas de arresto domiciliario al infortunado vendedor que había llevado a cabo la operación. Aparte de esto, poca cosa más.

Con carácter anecdótico y por lo que el hecho tiene de llamativo, traigo aquí la desfachatez y el descaro de unos promotores que se asociaron con la presentadora de un programa de radio líder de audiencia en aquel tiempo, para promocionar la venta de sus parcelas. Ante los micrófonos de una emisora, que todo el mundo escuchaba cada tarde, la locutora enumeraba las excelencias de alejarse de la contaminación de la ciudad para comprarse un terrenito en cómodos plazos. «Me levanto con el canto de los pajarillos, abro la ventana y disfruto de unas vistas maravillosas. Los fines de semana ando y ando muchísimo. Realmente, vivo en el paraíso. ¡Por cierto, aún quedan parcelas por vender! Animaos y podremos pasear juntas», rezaba su cuña encubierta.

Ese fue el final. Los vendedores lo tenían muy fácil para convencer a los incautos que visitaban la urbanización. Era suficiente decir que el día anterior había quedado libre la parcela colindante a la de la famosa locutora, para que muchas personas, buenas y confiadas, aspiraran también a levantarse con el canto de los pajarillos y pasear en compañía de la reina de las ondas. Todo era un engaño. La locutora nunca tuvo una parcela en ninguna de las urbanizaciones que promocionaba, pero a su muerte se comentó que dejaba una fortuna en efectivo, superior a los dos mil millones de pesetas.

Aunque ciertos pasajes de esta novela puedan parecernos divertidos, no debemos tomarnos a broma el hecho de que alguien se pueda enriquecer a costa de los ancianos, los jubilados, los enfermos, los ahorradores o los parados. Y si alguien piensa que esas son cosas que pertenecen al pasado, podría decirles que no hay mes en que no salten a la prensa casos tan increíbles, como los que se recogen en este libro.

roan82@gmail.com

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