Por Mariano Valcárcel González.
Compañero/a:
Permíteme unas líneas para manifestarte mi desasosiego, que creo compartes, ante la deriva que el Partido ha ido tomando en estos últimos tiempos. Bueno, te aclaro que me referiré a ti como “compañero” a partir de este momento sin que ello signifique machismo alguno (a todos los englobo, miembros –y no miembras– indistintos del Partido).
Que nunca hubo un PSOE totalmente unido es una verdad histórica (solo hay que consultarlo), que siempre existieron diferentes corrientes (o “almas”, que se dice ahora); pero hubisteis un periodo que añoráis en el que existió la apariencia de total unidad. En efecto, la edad de oro de vuestro Partido fue la que derivó del inicio de la Transición Democrática (muerto el Dictador) y el ascenso triunfal y sin paliativos de Felipe González a la Presidencia del Gobierno. Se llegó a detentar el poder absoluto.
Sin embargo, ya se detectaron años antes maniobras y tendencias que luego se demostrarían perjudiciales y causa de las actuales desgracias. Yo fui testigo de la toma del poder en los niveles intermedios y provinciales de elementos que de socialistas tenían bastante poco, piedras de escándalo para los militantes de base que incluso habían sufrido en sus carnes la represión franquista. Precisamente, las bases (tú, compañero) tenían poco que decir, que se formó una casta endogámica que controlaba y dirigía la acción del Partido, fundamentada principalmente a la toma y posesión del poder, por el poder en sí mismo, no como medio para alcanzar las metas socialistas.
Pero Felipe González, tan valorado hasta hace muy poco como líder que imitar, con ese inmenso poder que le dieron las urnas podía haber ido más lejos en sus propuestas y acciones de reforma política. No se atrevió (no le admito el no pudo, después del fracaso del 23F) a desmontar el tinglado social, jurídico, económico, institucional que perduraba del franquismo; es más, no tocó a algo tan importante como el poder financiero y de negocios (ahora se ven sus efectos), o el de la Iglesia, la estructura federal necesaria y definitivamente asentada del Estado, etc. Creyó, y este es un error recurrente en quien le sucedió en el poder socialista del Estado, que no tocando los pilares básicos de la derecha ésta le respetaría…
No lo respetó, antes bien arreciaron los ataques y los golpes bajos, las maniobras coordinadas para deteriorar al Gobierno del PSOE (la “pinza” famosa, el “váyase, señor González”, la conspiranoica admitida por quienes la formaron, mentiras incluidas y falsedades) y al final cayó a mayor gloria de la derecha poderosa y rancia, depredadora y mendaz, como se ha venido viendo y se está demostrando y sufriendo. Y no todo ello sucedió por los méritos de la derecha, sino más bien por los errores cometidos por González y las élites del Partido.
Y por la militancia. Sí, pues largado González (y dado a desprestigiarse al aceptar cargos y puestos bien remunerados en las poderosas empresas que no tocó) por un lado la élite trataba de colocar a sus candidatos a Secretarios Generales y la militancia se ilusionaba con fulgores de artificio, lo que culminó con la elección de Rodríguez Zapatero, estrella fugaz o cometa que nos circunvaló para pasmo de sus aduladores (¡ah, esa conjunción planetaria, según la Pajín!).
Un inciso; conocí también lo que significa la caída del poder, el abandono inmediato de esa militancia que tanto aplaudía en los mítines; me avergoncé de observar personalmente cómo al Guerra no lo acompañaba nadie del Partido local cuando acudió a mi pueblo a dar una conferencia; cómo Almunia, desbancado por Borrell, a su vez defenestrado, padecía también de esa soledad. Me avergoncé de una militancia propensa al peloteo, si al que se adula mantiene cierto poder.
Pues sí, el cometa fulgurante Zapatero logró Secretaría General y Presidencia del Gobierno y restauró el Poder para el PSOE. De ilusiones también se vive, se viene diciendo, mas eso es una forma de llevarnos al conformismo cuando las ilusiones son solo humo. Las ilusiones se deben transformar en hechos y realidades. Este fresco personaje (lo de fresco es porque pudo significar una verdadera renovación a nivel interno y externo) pronto se nos fue por las ramas del artificio sandunguero y vistoso, reformas sociales que si bien eran convenientes (y hasta necesarias, sin duda) se quedaban en un bonito fresco para adornar sus dos legislaturas; fresco que, por otra parte, no dudaban de enmierdar las derechas recalcitrantes, renovada la batalla del desprestigio y del desgaste hasta límites inaceptables. Pero lo que quedaba por hacer del tiempo de González, lo verdaderamente importante, excepto la inactividad de ETA que no es poco logro, ni se tocó (al contrario, que se potenció), elevando a la Iglesia Católica a casi intocable, e intocables sus centros de enseñanza, intocable la banca (con todo lo que ya nos traía arramblado) y las grandes empresas del IBEX (en especial las eléctricas, como se ve cada día que pasa), permitiendo que continuase una burbuja especuladora que le estallaría inevitablemente. Y ese acoso infernal lo acabó derribando, como le sucediera al otro.
No se aprendió nada, ni por parte del aparato del Partido, más centrado en conservar los puestos y poltronas que todavía no habían perdido, que en ir a una redefinición ideológica y renovación política, ni por parte de la militancia, que bascula entre la adhesión incondicional al líder que tenga poder y mando real (caciquismo puro y duro) o jalear a cualquier aspirante que se presente en efigie bella y trazas de juventud (al igual que Zapatero). Pero de ideas, no se tienen datos. Y, encima, unos con su “sorpasso” amenazante acá y allende las fronteras.
Malos tiempos para todos, compañero. Habrá que ir acostumbrándose. Luego del barbecho tal vez haya mejor cosecha. Un saludo.