Nada más que amistad

Por Dionisio Rodríguez Mejías.

Confieso que no soy muy bueno, como tenista. No me interesa. Ser un tenista del montón ─me refiero al montón de abajo tiene sus ventajas. Cuando no ganas partidos todos quieren jugar contra ti. En cambio, con los mejores no quiere jugar nadie. Siempre ganan. Los buenos tenistas se encuentran tan solos…, tienen que arrastrarse pidiéndote partido: «¿Jugamos?». ¡Me dan una lástima! Yo empecé tarde a jugar al tenis, cuando aún me faltaban unos años para jubilarme. Lo tenía pensado desde hacía tiempo. No quería dejarlo para el último día, porque llegar al club una mañana con el equipo recién comprado en el Corte Inglés, y esa cara que se te queda cuando te jubilas, buscando un compañero para jugar, me parecía deprimente.

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