(Manuela Resa Jiménez)
Por Fernando Sánchez Resa.
Querida mamá, he dejado pasar unos días desde que nos dejaste para ir al encuentro de papá, allá arriba en los campos celestiales, pues era tanta la emoción contenida y las lágrimas y sollozos que brotaban de mis ojos que he querido y debido intentar poner en orden tantos recuerdos y sentimientos vividos contigo, desde que fui carne de tu carne y sangre de tu sangre, dentro de ti durante nueve meses, y luego muy apegado a tu persona durante mis sesenta y tres años -de los noventa y dos años que tú has vivido-, porque tu forma de ser tan amable y acogedora, tu empatía natural, tu sensibilidad extrema hacia el pobre o necesitado, desde siempre, me atraparon y quise seguir siempre tu estela y ejemplo.