Por Mariano Valcárcel González.
Las expectativas que cada uno nos formamos e imaginamos que llegasen para nosotros algún día, tal vez nunca se cumplieron, o por nuestra dejadez e inutilidad, o por interferencias e inconvenientes impuestos por otros, porque en realidad nunca quisimos alcanzarlas; pero tenemos, casi siempre, la costumbre de culpar a los demás de nuestras desgracias: «No se pudo, porque no me dejaron».