Por Salvador González González.
El padre del modernismo, Rubén Darío, decía:
Yo adoro a una sonámbula con alma de Eloísa,
virgen como la nieve y honda como la mar.
Su espíritu es la hostia de mi amorosa misa
y alzo al son de una dulce lira crepuscular.
Con este poema, bastante espiritual y colorista, pretendo que me sirva como introducción para hablar de nuevo del “ataque inexplicable” con que los padres de la patria de la izquierda nos hacen perder el tiempo, en lugar de ser instrumentos de los trabajadores y clases populares en general, dedicando sus esfuerzos a las mejoras de éstos, en los foros que disponen, como oposición. Véase, en el parlamento de España y los de las CC AA, lo que están consiguiendo con estos temas “rancios” ya por lo cansino de meter el dedo, en donde quizás no haga falta, en una población generalmente adulta en sus planteamientos y, en muchos casos, desentendidos de fenómenos religiosos que, como rebote, se preocupen por este “machaconeo reiterativo de ataque hacia la Iglesia, sus entidades y actos litúrgicos”.
Ahora toca la misa de la 2. ¿No hay otros problemas que preocupan a los que dicen representar? Vaya por delante que no me considero un meapilas -ni mucho menos-, pero ciertamente me apena que estas opciones, que en teoría deben ser las defensoras de los más débiles, pierdan su tiempo metiéndose con creencias y pretendiendo “a las bravas” que todo el mundo comulgue con su visión de la vida más allá de la muerte. Este, ¿no es un tema personal, que afecta a las conciencias de los ciudadanos? ¿No defiende nuestra constitución la libertad religiosa para todos? ¿Los padres no están en su derecho de escoger la enseñanza religiosa o no, que prefieran para sus hijos?
Y, en el tema concreto de querer eliminar de la parrilla televisiva de la 2 la retransmisión de la misa, alegando que es un servicio público, pagado con los impuestos de todos. Y, precisamente, por ser un servicio público, ¿no tienen derecho los que la siguen muchos de ellos enfermos, inválidos que le sirven ésta como consuelo, ya que no pueden asistir físicamente, por imposibilidad, que se les preste esta asistencia? ¿No pagan ellos también impuestos como los demás? ¿Por qué no se les ocurre, por ejemplo, pedir la supresión de otras emisiones, también pagadas con dinero de todos los contribuyentes, o hacer una campaña para eliminar, por ejemplo, Gran Hermano, un sainete con actores, con pinta de prostitutas en muchos casos y chulos, con conversaciones en encefalogramas planos, con salidas de tonos, exhibicionismo, tacos, etc., cosa que, obviamente, no sale en las retransmisiones de la misa? Además, ¿se obliga a alguien a sintonizar el canal cuando están retransmitiendo ésta? ¿No hay más opciones de canales públicos a esa hora de retransmisión de la misa?
Afortunadamente, el pueblo sencillo es más sabio que sus elegidos para representarles; antes, este desafuero impositivo ha funcionado como un efecto rebote; ha sido la mayor propaganda que se le ha podido hacer; ha incrementado las cuotas de audiencia, a una hora donde es difícil este incremento de una manera espectacular, superando más del 20%. Cosa que, de no ser por esta absurda pretensión, que nadie ha planteado y que estos han hecho de ello la causa última de su representación popular; en cambio, la situación privilegiada de algunos trabajadores de “elites”, como los estibadores, no le hemos escuchado, aún, cuál es la solución que proponen, si no es que se mantengan, al parecer -por lo visto-, en la situación de desigualdad y privilegios, a pesar de que ello le costará a nuestros bolsillos, el de todos, una sanción económica importante por parte de la U.E.
No me extraña que, con este proceder, las encuestas les den cada día nuevas pérdidas en votos. Lamentablemente, con ello están defraudando a un electorado que ven cómo actuaciones de esta índole hacen que no exista la más mínima posibilidad de construir una alternativa progresista al gobierno conservador que, de esta manera, se mantendrá, como dice el adagio latino: “Ad Kalendas Graecas”.