En el vellocino, no todo era mena (oro de 24 quilates), y 02

También había ganga (a despreciar y tirar).

Por Salvador González González.

O este otro hecho. En un viaje que hicimos a Villacarrillo, ahora no recuerdo con ocasión de que, si fue para representar una obra de teatro, una intervención coral o vaya a usted a saber, pues bien, cuando llegamos, el padre encargado del viaje avisó de que la salida del autobús era a una hora concreta y de donde estábamos aparcando. Sería posiblemente la vuelta a Úbeda creo que a las 18 horas de ese día, advirtiendo que la hora de salida era sagrada y que si alguien no la cumplía se encontraría con las consecuencias de que se le dejaría allí y tendría que volver por su cuenta. Sucedió que, a las 18:15, faltaban dos compañeros, arrancó el autobús y se quedaron en Villacarrillo; por tanto, tuvieron que valerse por ellos mismos para regresar.

Posiblemente, estos hechos, en la actualidad, se valorasen o como injerencias en temas personales, cuando no con otros calificativos, incluso que tales actuaciones podían a los afectados crearles “traumas” (hoy, en seguida se aplica este adjetivo respecto a cualquier intervención docente-discente, cuando no otros más graves de acoso, coacciones…). A mí, puedo asegurarles no me produjo nada de esto y, como he dicho, los valoro positivamente, por razón de oportunidad, eficacia y debido a la edad que teníamos en esos momentos; porque, claro está, con esta intervención, se abortaron los encuentros con estas amistades en el primer caso, y todos aprendimos que la puntualidad es imprescindible en la sociedad, en el segundo. De igual modo, aún recuerdo cómo creamos una cuadrilla para ir a coger aceitunas; venían con una camionetilla, nos recogían y el centro nos daba la comida del día (siempre en fin de semana) a base de fiambre y echábamos la jornada de aceitunero. Aún me acuerdo lo que cobrábamos: 110 pesetas. Hoy no sería ni el equivalente a un euro, aunque también sería imposible realizar esa labor como entonces, sin seguridad social, ni nada parecido; pero a nosotros nos venían muy bien esas pesetas; sobre todo a aquellos que, como yo, casi siempre no teníamos una pela; además, nos curtió y nos enseñó a valorar el esfuerzo personal.

Rememorar asuntos de este tipo, no demostrarían más que como todo quehacer humano; en nuestro centro, no solo hubo claridades dignas de destacar, sino también oscuridades; pero yo soy partidario de aquello que dice “que todo lo que no te mata, te hace más fuerte”. Hoy, visto desde la distancia en el tiempo, podemos valorar mejor las circunstancias positivas o negativas vividas y me pasa un poco lo que me ha ocurrido sobre otros temas como “la mili” o servicio militar obligatorio, con la que hago una comparación al respecto por mi parte; que de ser y haber mantenido una posición abolicionista del mismo, por entender que era una pérdida de tiempo y una sinrazón, hoy no lo veo así. Creo que, a lo mejor, a algunos que tuvimos que madurar pronto y rápido, por habernos “rozado en muchas esquinas”, no nos aportó tanto; a otros les vino, creo sinceramente, bien, aparte de valores como la convivencia de jóvenes de distintos territorios y culturas, el compañerismo, el respeto a las normas y las órdenes (no por ello algunas ciertamente ilógica o absurdas), la jerarquía en el mando, la disciplina y el forjar el carácter y muchas más probablemente, de manera que si me preguntaran hoy, mi posición sería otra muy distinta a la que tuve entonces.

En la SAFA, ocurrieron con toda seguridad algunos hechos lamentables e injustos y, como he dicho, sería bueno que se narraran; y si hay alguno, por los que haya que exigir que se pida perdón, por los que lo provocaron, dígase; pero, ojo: no se culpe al colectivo en general; sería otra injusticia que tampoco podría ni debería admitirse.

bellajarifa@hotmail.com

Deja una respuesta