Por Fernando Sánchez Resa.
En una soleada y fresca mañana del pasado mes de enero, asistí a la misa dominical de las diez y media, en la Sacra Capilla de El Salvador de Úbeda (Jaén), tratando de recordar antiguos tiempos cuando yo era más joven y mis hijas gozaban de su infancia dorada. Iba buscando empaparme de belleza y nostalgia, a partes iguales, condensadas en la magnificencia de esta soberbia construcción del arquitecto Andrés de Vandelvira, complementada por su grandiosa iconografía; pretendiendo, también, escuchar las voces angelicales de sus afamados y recuperados seises, así como disfrutar de la antiquísima y tradicional presencia del pertiguero. Mas comprobé, amargamente, que llevaba un tiempo desaparecido.
El pertiguero era un singular personaje ataviado de ropaje medieval y una larga pértiga, guarecida de plata, que marcaba los tiempos de la misa con sus toques de varal, y que se colocaba de pie sobre la tumba de Francisco de los Cobos en cumplimiento de una manda testamentaria suya; y cuya providencial presencia colmaba de admiración y exotismo a todo visitante que se diera cita allí. Era un espectáculo irrepetible que no debiera perderse.
Por ello, pido a quien corresponda, que no se abandone esta genuina seña de identidad ubetense, pues es un personaje que parece sacado de nuestra más increíble y ancestral historia local, ya que a ubetenses y turistas no les gustaría que se perdiese. Sus ropas y atuendos están esperando pacientemente en un armario de la hermosa sacristía, para que algún valiente ubetense los utilice, como era tradición hasta hace poco. Algunos paisanos vivos (y otros, ya fallecidos), lo han ejercido orgullosamente, según me comentó José Ruiz Quesada, indiscutible amante de su Úbeda natal… ¡Bien que no se hayan perdido los seises, pero el pertiguero debemos recuperarlo ya; y para siempre…!
En otro artículo, hablaré del afamado y restaurado San Juanito, itinerante aún, cuya verdadera y definitiva ubicación final es El Salvador de Úbeda.
Úbeda, 4 de febrero de 2017.