Amor loco

(Una pedrá en el corazón)

Por Jesús Ferrer Criado.

—Mire usté zeñó dorstó, yo no he venío por gusto ni yo zabía que esto ze podía hablá con un médico. Estoy aquí porque mi primo, el Endelencio, que es una mala bestia y dos compadres zuyos que zon peores, me han arrastrao y ze han quedao detrás de la puerta pa que no me ze ocurra escaparme.

—En mal momento, ze me ocurrió decirle a mi primo que me había enamorao de la Zuzana. Enamorao jasta las cachas y cuando digo jasta las cachas quiero decir jasta el corvejón. Totarmente total.

—La coza empezó que fui a la plaza del pescao y cuando la vi con aquel delantal más blanco que la leche y esa cofia, o como ze llame, con zu pelo rubio que ze zalía por los laos y aquellos ojos como dos faroles azules, yo no me quería ir de allí. Ella, que es nueva en el puesto, venga con que zi yo quería pijotas o chocos, y yo zin oírla. Se me orvidó respirar, oiga usted, y me caí reondo. Que yo pezo en canal los cien quilos; pues bueno, espatarrao me caí delante de to er mundo, que yo ezo no lo he visto ni en las preñás.

—Me vine a dispertar en la Cruz Roja. Dice el Endelencio que lo llamaron desde la plaza y fue el que me llevó al hospital; que me tiré como muerto más de dos horas, con los ojos en blanco; y que no paraba de decir Zuzana, Zuzana.

—Yo no estoy loco, zeñó dorstó. Yo, en la edad que tengo, no me enamorao jamás. Me han gustado algunas y, para decirlo , he jecho algunas vizitas privadas a ciertas cazas de la capital; lo digo zin prezumir; pero enamorarme, no. Jasta antiér no zabía qué zentimiento era eze.

Y es que me ha entrao una coza que me deja zin respiración y es penzar en ella y ze me va el zanto al cielo y no ni lo que estoy jaciendo.

—Yo trabajo en la fragua de mi tío Torcuato. Estamos los tres: mi tío, el Endelencio y yo. Pues, bueno; ¿ze va usté a creer que me han cerrao la puerta para que no me escape a ver a la Zuzana?

—Mi tío Torcuato ya me ha amenazao con el macho. Y éze, zi dice de darme, me da; pero yo no puedo remediarlo. Me entra la locura y ya no me zujeto.

—Porque me dice el Endelencio que mi Zuzana tiene novio. Na menos que el cabo de la Guardia Civil y que ezo es muy zerio. Además, zegún él, aunque ella fuera libre como un pardal yo no tendría que jacer. Que ella es muy fina pa mí y, apenas me oyera tres palabras, echaría a correr. Ezo zin contar con los padres de ella, que lo mismo tienen otros planes.

Pero yo le digo:

—Mira, Endelencio; zi tiene novio es que está zoltera y zi está zoltera es que no ze ha cazao. O zea, que entoavía puede pelearze con el novio y juntarze conmigo. Cozas más difíciles ze han visto.

—Mire usté, zeñor dorstó, lo que yo haría —yendo de buenas y con educación— es hablar con el cabo; que hablando ze entiende la gente.

Yo empezaría:

Zeñor cabo, yo quiero a la Zuzana más que a la niña de mis ojos y no puedo pazar zin ella. Usté puede tener muchas mujeres, porque usté es un hombre leío y todo un zeñó cabo de la Guardia Civil; pero yo no quiero más que a éza y, zi no la tengo, voy a zer un desgraciao y me voy a matar.

Zeñó dorstó; yo creo que, hablando con educación, el cabo ze avendrá a razones. é hablarlo.

Y lo otro que dice mi primo:

—Que zoy muy basto y apenas leer. Ezo está arreglao ya, porque me voy a poner un maestro particular pazolo que, echándole lo que hay que echarle, en tres mezes me enderezo, ze lo juro. Y pa la Patrona, Cristóbal Chamorro, zervidó de usté aquí prezente, ze caza con la Zuzana.

Zi é usté zicólogo, o como ze diga, que m’an dicho que usté arregla las cabezas, pué no ze ponga a perder tiempo conmigo, porque yo no tengo arreglo. O pa decirlo der , mi arreglo es la Zuzana. Mi arreglo es verla andando por mi caza, oliendo a albahaca; mi arreglo es llevarla del brazo por la calle Real; mi arreglo es comprarle lo mejó pa que lo luzca como una prinzeza; mi arreglo es mirarla jasta quedarme ciego del .

—Pero, zi usté lo que quiere es quitármela de la cabeza, antes le quito yo a usté la suya. La Zuzanita es pa un zervidó y aquí el único que podría jablar, que tampoco puede, es el cabo. Zi quiere pegarme un tiro pa que yo no me meta en zu terreno, que me lo pegue y pegao ze queda. Yo jaría lo mismo. Y le diré a mi gente que no reclame. No paza por estar muerto; porque, zin ella, tampoco estoy vivo.

—Y zi usté entiende de esto y ya está de vuelta de estos azuntos, usté mismo verá que lo que le digo es de ley y que no tengo escapatoria. No me pueden meter en la cárcel por zentir lo que ziento; pero terminaré en cualquier penal, encerrao pa los restos, zi zigo zin ella y me obligan a jazé una barbaridá.

jmferc43@gmail.com

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