Crecimiento

Perfil

Por Mariano Valcárcel González.

—¡Enhorabuena, pronto serás abuela!, ¿no?

—Pues no, hija, al menos es lo que dicen ellos… Quieren disfrutar, ya sabes…

—Es que estos jóvenes de ahora son muy egoístas.

Esta es una conversación muy oída, recurrente. Al día está y no anuncia nada nuevo. Sin embargo, tal vez merezca ciertas reflexiones, que me arriesgo a hacer.

Puede que, en verdad, estos jóvenes de ahora sean egoístas, tanto que antepongan su disfrute y su tranquilidad, su libertad de cargas y cargos, a la adquisición vía descendencia de ciertas responsabilidades. Es un factor que tener en cuenta, cuando se analiza la baja natalidad actual, pero…, ¿es el único o el más decisivo y determinante?

La natalidad en España es bajísima. Tenemos un índice de 8’99%, que nos sitúa en el suelo de otros países europeos. La tasa de crecimiento vegetativo es negativa, pues hay más defunciones que nacimientos y la famosa pirámide de población, tan estudiada en nuestros años, indica un progresivo e irremediable envejecimiento. Es sencillo; si una pareja tiene dos vástagos, al menos nivelan los datos; si solo tiene uno, ya va disminuyendo el crecimiento; y mucho más disminuye si de esa pareja no nace ninguno; la tasa de fecundidad de reemplazo es de 1’33 nacimientos por mujer.

Pero volvamos a posibles factores que están dando lugar a todo lo descrito, aparte de lo inicial. El egoísmo supuesto de unos jóvenes que se emparejan y deciden no tener hijos quizás no lo sea tanto, o sí todo lo contrario; en el supuesto de que esa pareja decidiese (o sin quererlo los hubiesen) tener hijos, también daremos por supuesto que tal y como están las cosas deberán trabajar los dos (y debemos dar por hecho que no hay una verdadera política laboral de conciliación familiar, por lo general), especialmente si viven en una gran ciudad. Trabajando los dos, habrán de echar más horas fuera de casa que dentro, horas en las que sus retoños habrán de estar atendidos por otras personas, en unos casos de las guarderías, colegios y hasta internados; en otros casos, por familiares, y más normalmente por los abuelos.

Así que la unidad familiar se ve forzada a desunirse la mayor parte de una jornada con los efectos de incomunicación y el peligro de desintegración de ese núcleo familiar; por el contrario, puede llevar a forjar lazos afectivos o de dependencia con personas que no sean los padres, que no siempre serán positivos o beneficiosos para los hijos. Y no nos olvidemos de la carga de responsabilidad y del trabajo (aparte de lo económico) que se transfiere a los abuelos, por su función renovada de padres.

Seamos pues justos y valoremos si la decisión de esas parejas que quieren no tener hijos es egoísta o al contrario. El egoísmo mayor es tenerlos y luego desentenderse de ellos o traspasar la responsabilidad a otras personas o instituciones. Si estas parejas se encuentran, para colmo, en situación precaria e incluso desesperada, sin ingresos ni perspectiva de tenerlos, creo que no habrá nadie (¡siempre, sin embargo, los hay!) que los considere egoístas.

Por supuesto, que quienes puedan tener y mantener decentemente a varios hijos, porque sus circunstancias personales se lo permitan, es justo que lo hagan e incluso cumplirán con sus posibles creencias religiosas; y sí que serán muy egoístas y no las cumplirán si deciden lo contrario; no cumplirán ni con esas creencias religiosas, ni con su deber patrio, ni con su realización personal.

Cuando un país decide que su crecimiento vegetativo ha de ser positivo, pensando en la política nacional, debe poner los medios y recursos del Estado para cumplir ese objetivo. Así lo entienden los de nuestro entorno, que no se limitan a lanzar consignas grandilocuentes o alarmistas sobre el tema, sino que habilitan leyes y estructuras (en gran medida laborales y económicas) para que la natalidad sea efectiva y el desarrollo de los niños correcto y atendido debidamente. Desde la atención prenatal (con su orientación sexual normalizada, no lo olvidemos) al periodo inicial de crianza, están facilitados, con los permisos prolongados de natalidad y lactancia, ambos miembros de la pareja, por supuesto que pagados, al seguimiento médico y los cuidados necesarios, las guarderías cercanas y asequibles o gratuitas, gratificaciones y subvenciones según el número de hijos, materiales escolares y comedores, acceso a los estudios, etc., etc.

¿Cuánto de ello nos encontramos por nuestras tierras…? Vale; hay que admitir que se han dado pasos importantes en todo ello, pero en todo este asunto aún existen inercias negativas que hasta frenan los posibles avances, fruto de ideologías y de tiempos pasados y de las carencias endémicas. Rémoras que navegan, pero que impiden navegar. Así, en el empresariado no calan ideas positivas al respecto y se sigue exigiendo a la mujer el no quedarse embarazada para mantener su puesto de trabajo (y se la despide fulminantemente si lo hace) o no se le facilita el horario compatible a su maternidad; el estado no legisla positivamente al respecto y, cuando lo hace, poco fuerza su cumplimiento, por no enfrentarse a la todopoderosa patronal. Y de ayudas que estimulen la procreación, mejor ni hablar, que siempre se aducirá la falta de medios y recursos. Si no se habilitan, pues, estas políticas de estímulo, poco ha de conseguirse y desde luego faltarán argumentos para culpabilizar únicamente a las parejas que no deseen o que piensen tener hijos.

marianovalcarcel51@gmail.com

Autor: Mariano Valcárcel González

Decir que entré en SAFA Úbeda a los 4 años y salí a los 19 ya es bastante. Que terminé Magisterio en el 70 me identifica con una promoción concreta, así como que pasé también por FP - delineación. Y luego de cabeza al trabajo del que me jubilé en el 2011. Maestro de escuela, sí.

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