“Una jornada particular”

Por Fernando Sánchez Resa.

Con renovada ilusión y esperando que la película anunciada para el 19 de febrero de 2015: Una jornada particular (Una giornata particolare, 1977) de Ettore Escora, no fuese tan triste y dramática como la del jueves anterior (Crónica familiar), los cinéfilos se concentraron atentamente ante las explicaciones de Juan, que les adelantó: «Posiblemente, esta película no sea tan cruda como la de la semana pasada, pero es un admirable ejemplo de cine antifascista».

Siguió diciendo que relataba la historia de una jornada completa (6 de mayo de 1938) de una pareja de actores extraordinarios: Sophia Loren (Antonietta) y Marcello Mastroianni (Gabriele), que no asisten al desfile de recibimiento del Führer cuando llega a Roma para entrevistarse con el Duce, aunque todos los romanos están abducidos por su presencia, mientras ellos evaden su tristeza y monotonía cotidianas, estableciendo una relación afectiva muy especial.

El resumen de Juan sirvió, como siempre, para hacernos la boca agua de lo que íbamos a visionar, preparándonos (sin desvelar secretos ni final) para el desarrollo de la trama y el derroche de sentimientos (tan intenso y en tan breve espacio de tiempo) de la pareja protagonista, constituyéndose en una jornada plenamente cinéfila con suspense y esperado desenlace.

Durante 105 minutos, Ettore Escora logra transmitir la atmósfera asfixiante que se palpa en la calle, la megafonía y las ondas radiofónicas con un estilo reposado y contemplativo; y, mediante un manejo lento de la cámara y un tempo prosaico y detallista, va analizando la vida de una resignada esposa que debe cargar con las tareas de la casa y la crianza de sus seis hijos y un locutor de radio no aceptado política ni sexualmente; metiendo a los espectadores de lleno en sus vidas, a través de estudiados diálogos, desvelando sus mutuos secretos y sintiéndose enamorados, especialmente ella, pues él no lo tenía tan claro por su latente homosexualidad (un delito inadmisible para la época). Todo ello, comenzando con un documental fidedigno, rescatado de cuando se grabó la histórica entrada de Hitler (en tren) en Roma, la “ciudad eterna”, para reunirse con Mussolini; retransmitiendo la crónica a lo largo de todo el metraje, intercalando los diálogos de los dos principales protagonistas con una estudiada intención de enfrentarlos a la crónica radiofónica; incluyendo la incursión de la clásica portera metomentodo y criticona (cuchimetera, al fin), la familia numerosa de Antonietta y la sonora soledad de Gabriele. De telón de fondo, siempre estará omnipresente el fascismo con sus tentáculos sociales y su seguidismo popular, mediante ese baño de multitudes al que miméticamente se siente obnubilada la mayoría de la población romana…

Una jornada particular es un filme especial en el que se apuesta por internarse en la soledad de dos personajes, analizando la psicología de una mujer que ha aceptado todo, hasta que conoce al vecino amante de las novelas de Alejandro Dumas; y donde se descubre la desdicha y la amargura de los dos…

Siempre serán memorables los picados de cámara, los planos de los edificios, cuando la pareja dobla la sábana en la terraza…, y la exquisita fotografía del maestro Pasqualino De Santis que sabe imprimir, mediante un tono mustio y pesimista, a través de la fotografía grisácea del barrio donde viven los protagonistas.

Todo ello en VOSE, por lo que sentimos y degustamos (de fondo) el particular y agradable idioma italiano con sus cariñosas expresiones, que muchas ya nos suenan bastante e incluso han entrado a formar parte de nuestro uso cotidiano.

Sophia Loren sigue siendo guapa, aunque no la maquillen y traten de demacrarla, mientras Marcello Mastroianni se comporta de una manera culta, discreta y educada, bordando su papel.

Cuando la historia acabó, sonaron aplausos poco entusiastas, ya que no terminó todo lo bien que nos hubiese gustado; aunque el director supo retratar fidedignamente, sin aditamentos de optimismo, la realidad cómplice que vivieron Antonietta y Gabriele, buscando deseo de comprensión mutua en la inmensa soledad de su existencia, como contrapunto a la jornada festivo‑política que todos los romanos creyeron vivir; y que luego, con el paso de los años, ha mordido a la memoria de los que allí estuvieron, transformándola en algo falso y fantasmagórico, propio de los fascismos que, por aquel entonces, imperaban en Europa…

Hay dos momentos dignos de recordar: el baile bajo las sábanas rotas en la terraza y la tortilla compartida.

La noche, un tanto fresca (que no lluviosa), nos recibió finalmente con las calles casi desiertas; y eso que eran solamente las nueve y media de la noche, puesto que todo el mundo había ido buscando el calor de su hogar; como también lo hicimos los cinéfilos, tratando de asimilar la bien contada historia de amores imposibles, un auténtico canto a la amistad y a la libertad, que habíamos tenido la suerte de ver.

La charla de vuelta, con los incondicionales compañeros o amigos, se hizo corta e intensa, mientras recordábamos las dos soledades compartidas que habían sido tan bien descritas con su dejo de ternura, nostalgia y melancolía…

Úbeda, 20 de agosto de 2016.

fernandosanchezresa@hotmail.com

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