Por Jesús Ferrer Criado.
Vuelvo a casa después del fin de semana. Las flores del patio han cambiado. Las que el viernes dejé en mero proyecto, como capullitos incipientes, en su adolescencia más temprana, están hoy exultantes, satisfechas de sí mismas en una epifanía de colores casi obscena. El viernes, sin embargo, mi hibisco favorito, cuyas flores amarillas reflejan más luz que ningún otro objeto del patio, ya mostraba su deseo de exhibirse en plenitud y lucir su protagonismo de traje de gitana invertido, de cáliz dorado y encendido que le he visto tantas veces. Mostraba su impaciencia por lucirse como una doncella que se presenta en sociedad con sus primeras galas de mujer.