“Lola Montes”

Por Fernando Sánchez Resa.

Como el 27 de febrero de 2014 no pude presentarme en el Hospital de Santiago para visionar la película Lola Montes (Lola Montès, 1955), llegué el jueves siguiente, 6 de marzo, creyendo que ya la habían visto mis amigos del Cineclub “El Ambigú”, pero me aguardaba una grata sorpresa: no la habían podido visionar por el acueducto vacacional del Día de Andalucía y porque Andrés había sido requerido, por su esmerado hacer profesional, fuera de España.

Y puntuales, aunque con pocos asistentes (hasta que llegaron los rezagados), comenzamos a oír las sabias explicaciones de Andrés, que había subido un poco la pantalla para que la visión fuese óptima, mientras el frío seguía campando por sus fueros en este pétreo y húmedo castillo (que es el Hospital de Santiago), a pesar de que las estufas intentaban caldearlo; pero, ni por esas… Nos explicó el porqué no hubo la proyección anunciada, pidiendo disculpas, y adelantándonos que, a partir del siguiente jueves y hasta que llegase la Semana Santa, se proyectarían películas de pintores más o menos famosos, empezando por Jean Renoir con un breve documental sobre el legado y la vida de su padre; y que con la peli Lola Montes (masterizada en 2008) nos enteraríamos de la vida de esta intrépida (y desgraciada) mujer que hizo todo lo que quiso durante su corta vida: murió con poco más de 40 años, levantando una polvareda de rumores (y envidias) entre la gente de su tiempo, por sus sonados romances con caballeros de diferentes edades, profesiones y tendencias políticas.

El nombre auténtico de la protagonista era María Dolores Eliza Rosanna Gilbert, nacida en Limerick (Irlanda) en 1818, que falleció en EE UU, en 1861, cuando trabajaba como telonera en un circo, prematuramente envejecida por la vida de excesos que llevó. Tuvo una vida intensa e itinerante, debido a su temperamento independiente y aventurero: era liberal, fumadora, lujuriosa, atractiva y seductora. Entre sus amantes se cuentan: Franz Liszt, Luis I de Baviera, artistas, militares, empresarios, estudiantes…

El guión de la cinta es de Jacques Natanson, Annette Wademant, Franz Geiger y M. Ophüls, siendo una adaptación de la novela corta “La vie extraordinaire de Lola Montes”, de Jacques Laurent (1919-2000), que firmaba con su seudónimo habitual: Cécil Saint-Laurent.

Mediante escenas retrospectivas (flashbacks), pues empieza la historia por el final, cuando Lola Montes (Martine Carol) estaba en el ocaso de su carrera y trabajaba en un circo de Nueva Orleans (Louisiana), mientras el maestro de ceremonias y jefe de pista (Peter Ustinov) la presenta como una antigua cortesana a la que el público podía hacer preguntas sobre su pasada y disipada existencia, mientras realiza un número acrobático, mostrando su alocada existencia. Fue, más bien, una fuente de tristeza comprobar que el verdadero amor no acampó en su territorio personal, cegada siempre por seguir conquistando nuevos hombres y nuevas vidas, sin tener tiempo para recapacitar en lo más importante que hay que conseguir en la vida (en mi humilde opinión): personas que te estimen y te quieran de verdad; no por lo que vales según dinero, belleza, guapura, intrepidez, valentía, temeridad…; así, es como su vida se vio convertida en un simple reclamo circense de unas masas incapaces de entender la sensibilidad y ávidas de morbo.

Ophüls hace una reflexión agridulce sobre el amor y el desamor, la infelicidad y el incesante y penoso paso del tiempo de esta mujer, mientras desvela su intimidad y su vida en un metafórico circo (que bien pudiera ser hoy Internet, la televisión o cualquier otro moderno foro de masas), plasmándolo a su estilo: mediante travelín  (travelling), haciendo una y mil acrobacias con la cámara en movimiento. Todo ello, en un color deslumbrante y con una esplendorosa puesta en escena, gracias a la excelentemente fotografía de Christian Matras, que consigue una plasticidad insuperable, dándole a veces una tonalidad onírica muy adecuada. Se rodó en escenarios naturales de Niza, París y Baviera (Bamberg y Castillo de Pammersfelden) y en platós de Bavaria Filmstudio (Munich) y Franstudio (Joinville-le-pont).

El filme entremezcla drama, romance, leyenda, farsa, viajes y aventuras, ya que a Ophüls le interesa, sobre todo, la creación de un espectáculo visualmente admirable, crítico, de reflexión y denuncia, centrado en algunos de sus temas preferidos: el protagonismo de la mujer, su condición histórica de objeto de placer para el hombre, su realidad de víctima de un machismo que le cierra los caminos de la felicidad…

Por ello, esta cinta puede aportarnos tres profundas reflexiones:

Una. Las vivencias traumáticas de la verdadera Lola Montes, en su infancia y adolescencia, condicionaron su desarrollo posterior, y le supusieron la pérdida de su inocencia y su envejecimiento prematuro físico y espiritual.

Dos. Este filme expresa el fin de la inocencia y de la decencia de los comerciantes del espectáculo, que anticipan el empobrecimiento de la cultura colectiva, en el que Ophüls no encuentra ya su espacio cinematográfico.

Tres. Es también una singular reflexión sobre el cine, concebido como una escenificación de la realidad, que a veces debe moldearse o limitarse, teniendo en cuenta razones comerciales y poco propenso a la reflexión.

Al final de la proyección, Juan me revelaría más sustanciosos datos: Lola Montes fue el último largometraje de Max Ophüls (cuyo nombre verdadero era Max Oppenheimer) y el único que realizó en color; echó tanto el resto profesional como todo su dinero para su realización, siendo una superproducción para la época, por lo que se arruinó al ser un fracaso en taquilla que acabó con su carrera cinematográfica.

Y se comprende, porque aquella misma noche, tras la proyección, ocurrió tres cuartos de lo mismo en nuestra sala: el público apenas aplaudió, porque el final no fue el deseado, aunque sí el esperado, no gustándole a casi nadie; y menos, al mayoritario personal femenino, que se fue con honda tristeza, tratando de enjugar las penas y miserias mostradas en esta película, resumidas en las palabras de Peter Ustinov, dirigidas a Lola Montes: «No me importa como bailas; lo que me importa es el escándalo».


Sevilla, 11 de mayo de 2016.

fernandosanchezresa@hotmail.com

Deja una respuesta