Por Fernando Sánchez Resa.
Querida amiga, María Josefa Ortega Granada, más conocida por María, “La de Santos”:
Ayer noche me enteré, por otra amiga común (Mari Carmen Ruiz Ara), que hace escasos días habías fallecido. Sentí un fuerte impacto emocional en mi corazón y en mi mente; y se me vinieron a la memoria, como una nítida película, algunos de los momentos estelares que hemos compartido en nuestra sencilla y enternecedora amistad de la que hacía ya años no disfrutaba con tu presencia…
Siempre fuiste una mujer dadivosa y solidaria que se enternecía y hacía todo lo posible para asistir al pobre o necesitado; de ahí que Dios te haya premiado con una muerte dulce: cuando te disponías a desayunar, Él te ha llamado a su vera, pues tus méritos eran más que sobrados para que gozases del descanso eterno, juntamente con tus familiares y amigos; especialmente de tu padre Santos Ortega Ponce, al que no tuve la suerte de conocer personalmente, sino mediante la lectura del libro “Estampas de mi Calvario” del RP Claudio de Santa Teresa (OCD), donde ensalzaba su bondad, rectitud y religiosidad que tú habías heredado y ejercido largamente…
¡Qué sería de nuestro mundo si los medios de comunicación, con la TV a la cabeza, diesen más y mejor difusión de personas como tú, en lugar de estar permanentemente mencionando a la caterva de corruptos, egoístas y señores de las muchas guerras que nos circundan…! No hay mejor pedagogía en la vida que el ejemplo y, si es bueno y honorable, debería mostrarse a la sociedad continuamente y sin ambages; pero, claro, la cosa va por otro lado; y así nos va…
Te conocí cuando aterrizaste de maestra en el colegio Nueva Andalucía de Rus (Jaén), con tus oposiciones recién ganadas en la especialidad de párvulos (infantil, le llaman ahora), tras una extensa y trashumante vida de maestra interina ejemplar. Lo curioso fue que, cuando llegaste, al rellenar tu ficha personal, pusiste que tenías 55 años; y todos nos lo creímos. Pero cuál no sería nuestra sorpresa que, en esas navidades, se recibió la documentación de tu inminente jubilación, pues en realidad tenías 65 años… Por eso, quisimos organizarte tu merecida despedida, en la que, entre otros, mi esposa te dedicó, a los postres, una estupenda canción como regalo por el estado que ibas a tomar. Yo también escribí unas sentidas y sinceras palabras, condensando tu vida profesional y tu especial personalidad, llena de ansias de vivir y ayudar al prójimo, con ese punto de humor que te caracterizaba; como lo has demostrado durante tu larga vida.
Y tú, para no ser menos, demostrando una vez más tu dadivosidad, invitaste a todo el claustro y a sus consortes a pasar un día inolvidable, en el bonito paraje canenero de La Lambra, tomando un borrego asado, regado con buenos caldos… ¡Pasamos un día tan agradable y divertido que nunca se me podrá olvidar…!
Muchas son las anécdotas que podría recordarte, ahora que gozas del descanso eterno… Como cuando fuiste opositora radical a que se desmontase el patio de tu querido castillo de Canena, para subírselo a la Safa de Úbeda, que por entonces se estaba construyendo; según me informaron, fuiste una ejemplar activista social en defensa del patrimonio canenero que tanto admiro. Personas como tú, son las que realmente necesita este mundo…
Otra anécdota interesante fue cuando te visitábamos en tu domicilio, ya jubilada, y siempre nos atendías como exquisita y atenta amiga, además de contarnos que te habías matriculado en la UNED, pues querías hacer la carrera de Derecho para saber más y ayudar al prójimo; y hasta nos enseñaste los tochos de Derecho Romano y demás asignaturas que tenías como oro en paño; por lo que quedamos sumamente admirados…
Y no me gustaría dejar en el olvido los bellos recuerdos que me ha contado tu alumna y amiga Inés Poyatos Moreno, que demuestran tu dinamismo social, siempre rompedor, y tus ganas de hacer favores a todo el mundo. Me refería (Inés) que fuiste su primera maestra con tres añitos, cuando a la escuela se entraba con cuatro, por hacerle un favor personal a sus padres que te conocían; y que, además, subías a tu trabajo docente, desde Canena a Rus, (y viceversa) en bicicleta; todo esto hace más de sesenta años, cuando tú (María) ya eras una más que adolescente y encantadora maestra…
Espero que sepas perdonarme porque haya hecho públicas estas intimidades, aunque algunas son más que conocidas en tu querido pueblo y parte de la provincia jienense; pues tú, siempre has sido discreta y sensata y no querías que se divulgasen las muchas y buenas obras de caridad que hacías…
Te envío un fuerte abrazo y mi más sincero dolor y sentimiento por tu reciente marcha a la eternidad.
Úbeda, 15 de abril de 2016.