Por Jesús Ferrer Criado.
Uno de los más preclaros frutos de la inteligencia humana es, sin duda, el pesimismo. El pesimista no nace. Lo es después de un arduo tiempo de estudio y atenta observación de la realidad ambiente. Un ejemplo lo sería aquel lúcido soldado italiano que, en plena guerra fría, razonaba con su camarada:
—Salvatore, creo que en caso de guerra deberíamos aliarnos con Rusia.
—¿Y eso por qué?
—Pues porque los americanos tratan mucho mejor a los prisioneros.