Por Jesús Ferrer Criado.
Los que ahora podemos disfrutar de cualquier película en la televisión, en el ordenador o incluso en el móvil, apenas comprendemos ‑y eso que lo vivimos en primera persona‑ que tiempo atrás ver una película fuera para muchos un acontecimiento memorable por el que suspirábamos toda la semana. Hablo de los años cuarenta y cincuenta y me refiero naturalmente a las poblaciones pequeñas. Como es lógico, en Madrid, Barcelona o Sevilla, la cosa era muy diferente.