Mi primer viaje ecológico

Por Fernando Sánchez Resa.

Y llegó el esperado domingo en el que iba a realizar mi primera excursión con la Asociación Jaén Ecológica. Estaba emplazado, a las nueve, en la plaza Padre Villoslada. La mañana se mostraba soleada, aunque un tanto fresca. Una vez hechos los saludos de rigor, ascendimos al autobús y partimos sumamente ilusionados por la calle de la Alegría, por donde también regresaríamos a la tarde…

Cada cual, desde su privilegiado asiento, pudo admirar el lindo paisaje que se le mostraba (Canena, pantano del Giribaile, estación de Linares-Baeza) conforme el autobús iba avanzando, camino de Linares, para recoger a otros asociados que no querían perderse la ocasión que se les brindaba: pasar una jornada festiva en la Feria de Muestras de Armilla (Granada) pues se estaba celebrando, del 10 al 12, Bionatura Andalucía: Salud y vida natural. Cómo negarse a pasar un día inolvidable, palpando de primera mano las variadas y novedosas actividades que allí se ofrecían: ecomercado, congreso de terapias naturales, talleres, ponencias, cocina en vivo, conciertos de cuencos y flautas, Reiki, Yoga‑Nidra… Quién se atrevería a dejar pasar la ocasión para aprender a llevar una alimentación natural y equilibrada, juntamente con una vida sana, que proporcione bienestar y sabiduría, consiguiendo no violentar su propia naturaleza y ahuyentando posibles y mortales enfermedades…

El primaveral campo que se ofrecía a la vista (poblado de diferentes tonalidades verdosas que contrastaban con las abundantes manchas amarillentas de los jaramagos, estaba enmarcado en el maravilloso y ondulante mar de plata que constituye el interminable horizonte del olivar jiennense), hicieron más rápido y divertido el camino. También llegamos por otra excursionista de Jaén que recogimos en el Centro comercial de la Loma. Luego, proseguimos por la autovía de Granada, atravesando las antiguas angostas gargantas que separan ambas provincias, disfrutando del sonoro discurrir del río Guadalbullón; hasta que ascendimos los tres puertos de montaña que nos separan de la provincia granadina, viendo, en el horizonte, la inmaculada Sierra Nevada. Cuando llegamos al cruce de la Nava, hicimos un receso para que desayunase (o tomase un tentempié) todo aquel que quisiera en el restaurante 402, donde la chimenea estaba encendida, ofreciendo al visitante un calor hogareño. Un cuadro, colgado en este establecimiento, hace memoria artesana de los que fueron útiles de la labor campesina, para recuerdo de los mayores y aprendizaje de las nuevas generaciones…

Y, raudos, nos metimos en la capital nazarí, aunque esta vez no íbamos buscando la Alhambra ni el Generalife, sino Armilla. Allí, tras cierta incertidumbre, la pericia del conductor supo dejarnos en la misma puerta del recinto ferial, quedando luego en recogernos según se fuese desarrollando la jornada; pues si, en un principio, la vuelta estaba prevista para las siete y media de la tarde, luego (democráticamente) decidiríamos la mejor hora de partida, según se fuesen produciendo los acontecimientos. Así lo expresó, micrófono en mano, una de las asociadas para alabar también este tipo de excursiones o encuentros lúdicos y culturales en los que un grupo de asociados sabe y quiere organizarse para pasarlo bien cualquier jornada festiva…

Mientras, Yolanda, alma máter de la excursión y logística imprescindible, había contactado con los que habíamos recogido en Linares o Jaén, trenzando todos los hilos para que este viaje saliese a pedir de boca. Además, llevaba en su mente aspirar toda la sabiduría que le ofreciesen los muchos puestos del ecomercado para poder incorporarla, poco a poco, a nuestra tienda ecológica de Úbeda, con el loable fin de que los más de doscientos asociados (y cualquier otra persona que quiera) puedan disponer de ese abanico de productos, siendo la punta de lanza que necesita nuestra sociedad.

Una vez repartidas las entradas, cada cual fue visitando pausadamente los distintos puestos del ferial que ofrecían, como reclamo (muchos de ellos gratuitamente), todo tipo de productos para que quedasen convencidos de su bondad, ayudados por sus expendedores que bien sabían enumerar sus muchas ventajas… Había diferentes charlas y actividades para mayores y niños. Los primeros pudieron recibir masajes gratuitos, en auténtico reality show, con solo llevar un kilo de comida para los pobres. Los niños tuvieron la posibilidad de degustar un ecológico postre de fresas con chocolate, de manos de la doctora Odile que dirigió el taller de cocina y que recibió todo tipo de consultas. Algunos, incluso, le pidieron fotografiarse con ella. También disfrutaron del taller de pintura, camuflándose como personajes de sus cuentos o dibujos animados preferidos, siempre desbordantes, que elevaron su imaginación a las alturas, como los globos de diferentes colores que les regalaron por doquier…

Se veía pulular a muchas embarazadas que, luego, se reunirían para recibir una charla y poder ser ecografiadas gratuitamente ante un público expectante que ama, desde hace tiempo, el directo presencial como los norteamericanos bien nos han enseñado. Hasta el pase de modelos infantiles, a las cinco de la tarde en el pabellón 2, atrajo a multitud de asistentes que no quisieron perderse su espontaneidad y sencillez provocando aplausos y risas, que las continuadas fotos siempre mostrarán…

Las múltiples tiendas, la elaboración ante el público de cestos o adornos de mimbre de un artesano de Lanjarón, etc. hicieron más atractivo e interesante el paseo en el pabellón 3. Y para los visitantes cansados había cuatro bancos que sirvieron para tomar su merecido descanso en tan ajetreada jornada. Los productos chacineros alpujarreños expelían un enervante olor del que era difícil sustraerse. Los quesos del pirineo aragonés competían en venta y fama. En fin, había tantas cosas interesantes: helados ecológicos, productos hortofrutícolas, una tienda de instrumentos musicales, un estand de libros esotéricos y/o novedosos, que los mismos conferenciantes apoyaban desde sus variadas conferencias…

Cuando llegaron las dos y media, en el amplio patio del recinto, ya había una cola de personas, más larga que la de un dragón, esperando para recibir su ración de paella, elaborada con arroz y productos vegetales, que era depositada diligentemente por los cocineros en un plato de plástico, con un trozo de pan y un gajo de limón, y con su cuchara correspondiente; todo ello gratuitamente, como pago al agotador día echado visitando y recorriendo los variados stands y asistiendo a las múltiples actividades. La paella no tenía ni punto de comparación con la que se elaboró y regaló en el Hospital de Santiago de Úbeda, el pasado 22 de febrero… Hubo gente que complementó ese menú con fruta y rico helado ecológico de chocolate, mientras otros prefirieron comer en el bar o en los puestos ecológicos…

Algunos de los asociados ecológicos ubetenses asistimos a la última conferencia antes de marcharnos del recinto ferial. El tema era interesante: La fecha exacta del fin del mundo. Resultó que, según el conferenciante, será la primavera de 2031 cuando volverá Jesucristo para cumplir lo que el Apocalipsis y la Biblia llevan anunciando tantos años. Los comentarios a su término no se hicieron de rogar…

Todo el mundo, cuando nos juntamos para subir al autobús, iba cargado con sus respectivas bolsas con el fin de llevar para casa los trofeos conseguidos y pagados. Entonces llegaron los comentarios por los logros que, como compradores y visitantes, habíamos conseguido: como la fregona mágica que recoge de una pasada toda la mucha agua que haya sido derramada; el último libro elegido; la licuadora manual exhaladora de sabores y alimentos vegetales y frutales; la jarra de agua filtradora; la minicuna de mimbre; o los múltiples chocolates comprados para darle dulce sabor a las futuras y plácidas tardes hogareñas que ya se paladeaban en la imaginación…

Eran poco más de las ocho de la tarde cuando llegamos a nuestra anhelada ciudad, tras haber hecho el recorrido inverso de la mañana, admirando postales paisajísticas con una tonalidad distinta, puesto que el rubio sol nos iba despidiendo poco a poco, mandándonos el mensaje de tranquilidad y confortabilidad de haber pasado una memorable jornada con unos compañeros y amigos ecológicos que pronto esperamos volver a ver.

Ahora toca contar a familiares y amigos lo aprendido hoy, pues la urdimbre del vivir está constituida por estos pequeños momentos (que a su vez son grandes) en los que hay tal cúmulo de sensaciones agradables personales que es necesario comunicarlas.

Y más tarde, llegaría la ligera cena para soñar dulcemente…

Úbeda, 12 de abril de 2015.

fsresa@gmail.com

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