Salida de “La Sentencia”

Son cerca de las once de la noche del Jueves Santo… Los aledaños de la parroquia de Santa Teresa están literalmente tomados por el gentío que espera, pacientemente, la salida de la Hermandad Franciscana y Cofradía de Nazarenos de Nuestro Señor en su Sentencia y María Santísima de las Penas. Este rectilíneo y popular barrio de San Pedro, hoy, va a ser especial protagonista; otros barrios y otras imágenes cofradieras tomarán el relevo mañana…

Los inconfundibles sonidos de su banda vienen jaleando y soliviantando al numeroso público que aguarda la salida de sus titulares… Su especial y característico toque semanasantero, que siempre sonará a sevillano, ya mucha gente, especialmente la más joven, lo tiene como algo nuestro… Así son las tradiciones: irrumpe una nueva forma de procesionar y se toma como algo extraño; pero, pasado un tiempo, las nuevas generaciones lo acogen como algo suyo; no así las antiguas, que aún andan renuentes en su aceptación, pues piensan que se ha cambiado radicalmente la tradición de la Semana Santa de Úbeda…

Puntualmente, a las once, se apagan todas las luces de acceso a la portada de la iglesia de Santa Teresa, mientras comienza la pausada salida de la Hermandad Franciscana y Cofradía de Nuestro Señor en su Sentencia y María Santísima de las Penas. La banda se ha colocado en su sitio, envuelta entre muchos y calurosos aplausos… El ambiente está más que caldeado para que La Sentencia sea acogida fervorosamente…


Se abre la puerta del templo y aparece la penumbra en su interior… Hay un ahogado susurro de conversaciones (algunas insulsas, otras admirativas y/o devotas). Oigo exclamar a mi lado: «Yo, el próximo año, quiero salir en esta procesión…», mientras otros protestan porque los de delante se han subido al banco para echar mejor las fotos y no dejan ver la magna salida con sus dos tronos.

La “levantá” en la puerta de la iglesia, tras su rápida salida, es replicada con fuertes aplausos, al estilo de la baja Andalucía… Ya va saliendo cadenciosamente el Señor, acercándose de puntillas al silencioso público que expectante aguarda… La banda interpreta la marcha nacional con su específico timbre de trompetas y tambores… El capataz dirige todas las maniobras, serenamente, con su argot y voz de mando peculiares…


Han salido impecablemente (¡cuántas horas de ensayo llevarán estos costaleros sobre sus espaldas…!) y toman la primera curva que conduce a la calle Bolero. La larga “madrugá” del Jueves Santo de este año ha comenzado; sólo queda el extenso recorrido por la ciudad monumental: un peregrinaje de ida y vuelta que, como fiel promesa anual, todos los penitentes y escogidos devotos van a realizar, mientras la mayoría de los que ahora están aquí se irán pronto a sus casas para descansar y tomar fuerzas para afrontar el dilatado día siguiente…

La banda de cornetas y tambores se coloca detrás del Cristo de la Sentencia y una saeta, con una rasgada voz femenina, le sale al paso. Y el silencio se materializa en la recién estrenada noche, mientras que el sentimiento religioso, al alimón con la pasión saetera, forman un tándem perfecto que más parece planeado que circunstancial…

Observo mucho personal joven y menudo. ¡Cuánto tirón tiene esta cofradía…! Sobre todo, entre la juventud guapa y creyente, que tiene ganas de dar una impronta más andaluza…

Tras la saeta y su repetitiva letra, que acaba con la palabra Jesús, el público se prodiga regalando un fuerte aplauso. La postal semanasantera, que se ha mostrado, bien pudiera hacernos creer que estuviésemos en Sevilla… No cabe ni un alfiler en esta zona del barrio. El gentío está enamorado del momento que se está viviendo, al igual que los cofrades y costaleros que acompañan…


La nueva “levantá” es aplaudida formidablemente, causando honda emoción en todos los presentes… Y comienzan los tambores su rezo particular. Con parsimonia, con devoción y celo, van saliendo sigilosos los cofrades con su indumentaria morada y negra y su velón largo, mientras el encargado de encenderlos va dándoles luces que iluminan la calle, que se encuentra en penumbra… El alumbramiento del alma quedará para otra persona y otro momento…

Comienza a salir la Virgen de las Penas. Su marcha musical es más suave, con un continuado doble toque, mientras la levedad del sonido del viento y el metal pretende amortiguar, amorosamente, su irremediable pena, balsamizándola, cual tenue llanto…

La aglomeración que hay en la salida y primeras calles del recorrido procesional va disminuyendo sensiblemente conforme avanza en su recorrido… Cuando la procesión vuelva a Santa Teresa, habrán quedado, como pasó en el monte Calvario, solamente las personas justas: los valientes cofrades y los escogidos devotos… En pos de la Virgen, camina mucha gente joven, costaleros… La música finaliza con unos acordes más fuertes y más sentidos aún… Después, descanso para los esforzados costaleros que bien saben aprovechar los múltiples fotógrafos aficionados (que son legión) pues quieren inmortalizar el irrepetible y fugaz momento, para guardarlo y/o mandarlo a familiares o amigos. Siempre se quiere visualizar la última instantánea, el aquí y ahora, en el mismo instante en que se produce… (Para muchos, este devenir no les sirve para nada, si no enteran a los demás).

La noche ubetense está pletórica. El rezo particular y colectivo, para bastantes, es moda pasada… Y entonces, el capataz de la Virgen de las Penas arenga (con recia voz) a sus costaleros: «¡Al cielo con Ella, para que proteja a este barrio de San Pedro…!».


Tristeza y soledad reinan en el recinto eclesial: se ha quedado el templo cerrado y vacío de sus titulares… Ya recobrará su alegría cuando, a las 5:30 de la madrugada del Viernes Santo, vuelva la Virgen de las Penas, cansada pero contenta, para reunirse con su Hijo en su Sentencia, tras haber realizado su recorrido de penitencia, un año más, siempre dando ejemplo a los hombres para que asuman llevar la cruz que a cada cual le corresponda, dentro de su corazón…

Ya hay gente que, corriendo o aliviando, ataja por calles próximas con tal de poder ver la procesión nuevamente, ya bien organizada, en esta noche casi veraniega y estrellada…

En el corazón de muchos ubetenses y forasteros, esta cofradía ha ido ganando mucho atractivo, conquistando un importante hueco en nuestra Semana Mayor, a pesar de que otras generaciones mayores hayan vivido una Semana Santa diferente, más austera y devota, más al estilo manchego y castellano que andaluz. Sin embargo, esta procesión, hoy, ha movido mis mojones sentimentales y me ha hecho comprender la preponderancia que va teniendo en mi Úbeda querida, donde la gente joven (y no tan joven) ha ido ganándosele, por su constancia y buen hacer semanasantero, ya que, a pesar de sus primigenios ecos forasteros, va enraizándose autóctona, entremezclándose con esas influencias que antaño llegaron del norte, y no hace tanto vinieron del sur, ya que bastantes de sus fundadores o simpatizantes han mamado más esa influencia foránea ‑durante su periplo universitario, mientras estudiaban en las capitales andaluzas‑ que la ubetense…

Como lo que importa es que nuestra riqueza procesional sume y gane más seguidores para la creencia y la práctica del misterio cristiano, bienvenida sea a nuestro amplio abanico procesional y cofradiero…

En un futuro, el devenir del tiempo con sus ciclos pendulares, donde tradición‑innovación se entrecruzan, guiará a las nuevas generaciones que vendrán a tomar el testigo de nuestra Semana Santa y que harán proseguir el ciclo natural de la vida: ir convirtiendo en obsoleto lo antiguo y moderno lo nuevo, conformando entre ambas la llamada tradición. Así ha pasado siempre en todos los aspectos de la vida; y seguirá pasando…

Úbeda, Jueves Santo (17 de abril) de 2014.

fsresa@gmail.com

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