Por Fernando Sánchez Resa.
Querida María José:
Aunque esta carta te la escribí hace ya bastantes años (exactamente, el 17 de Mayo de 2003), quiero reeditarla para público conocimiento…
Ya las aulas de tu amado colegio están vacías… Escogiste un viernes tarde para no distorsionarlo y decir adiós a esa vida, en la que tu larga y fructífera labor (con proyectos inacabados en lontananza) fue tu mejor marchamo, al haber pasado por este “valle de lágrimas” haciendo el bien. No quisiste que la vejez nublase de tinieblas tu mente… Supiste soportar, como valiente guerrera cotidiana, los embates que la vida, desde muy niña, te fue enviando. Conseguiste ser luz y guía en esta nuestra sociedad mediática en la que el lujo y la molicie siguen siendo los entresijos cotidianos de nuestro vivir.