Por Fernando Sánchez Resa.
Llevábamos pocos días en Fuerte del Rey, cuando trajeron dos nuevas expediciones de presos, de la cárcel de Jaén, a cambio de nuestros compañeros más ancianos y enfermos que ya no podían trabajar.
Mas, cuando llegó la tercera remesa de presos, hube de abandonar mi fresco y amado dormitorio de la iglesia: la capilla de la Virgen del Carmen (con sus dos escudos carmelitanos), en los primeros días de julio; por eso, nos cambiaron de domicilio, alojándonos en una casa particular, donde se sentían más los rigores del estío, aunque tenía un gran patio que aprovechábamos antes de acostarnos…