“Fiestas y jolgorios andaluces”

Presentado por Manuel Almagro Chinchilla.

Es el título de un libro que Ramón Quesada recibió de su familia como regalo de Reyes, del cual hace una crítica en el presente artículo. Escrito por Isabel González y prólogo de Eduardo Chamorro, dato éste que a nuestro articulista se le adivina no quiere que pase inadvertido. En la reseña, destaca el contenido costumbrista de la obra y su tono humorístico, como es la crítica que se hace de alguna de las tradiciones más festivas y multitudinarias de nuestra tierra.

Uno de los libros que para Reyes me regalara mi familia ‑nunca he admitido otra clase de obsequios‑ es el titulado Fiestas y jolgorios andaluces, de Isabel González, antropóloga a la que en la obra prologa Eduardo Chamorro, que, al pie de la firma, pone una fecha: «Pechuan, marzo de 1981». Y que, si bien escrito hace diez años, el tema, por atractivo, no pierde actualidad.

Como su nombre indica, el texto es dicharachero, gracioso como el modismo andaluz y costumbrista a más no poder, sincero y real, pues trata de Andalucía, la cuna del chiste bien hecho y mejor expresado, en el español al que aquí no se renuncia, pero con el acento irremediable, puro y castizo.

Estoy seguro de que esta crítica al libro de esta andaluza que dedica «A Paca‑Mama con amor, para que nos podamos seguir aguantando muchos años más», después de una década de su publicación, no habrá sido ni la única ni la más o menos acertada, pero me encanta escribir de esta bendita tierra y de las obras que sobre ella tratan, pues no en vano aquí nací, que es uno de los motivos que hacen que no me preocupe de otros posibles críticos, si se me adelantaron o no; y menos, si me superaron en sus apreciaciones. Soy consciente, también, de que cada crítico y cada escritor tienen su estilo, su librillo como el maestrillo y forma de ver las cosas; así que… ¡adelante!

El libro al que me refiero está dentro de la “Colección de textos lúdicos de Pantagrüel” y, nada más abrirlo, a continuación de la reseña editorial, leo:

«El mal tiempo pasa
y el bueno regresa
si hay buen vino en casa
y rico jamón sobre la mesa».

Los versos son de F. Rabelais y, por su sentido festivo, quevedesco muy próximo, ya nos podemos hacer una idea del contenido de esta obra tan original que, no obstante, “más seria”, sólo supera la Guía de fiestas populares de Andalucía, que en su día editara la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía.

En el diseño, siguiente al poema, está representado un bonito caballo de fina estampa andaluza, jinete tocado de sombrero cordobés, chaquetilla corta y zahones de cuero al uso: a la grupa, una morenaza castiza de ceñido vestido “de gitana” con volantes y echarpe de madroños, siendo una acertada idea de J. Ramón Ballesteros, ilustrador de libros a lo Gustavo Doré.

Según el prologuista, este libro de Isabel González es la precedencia o ensayo de un proyecto más ambicioso para escribir algo más extenso, profundo sobre los festejos, romerías y ferias y otras mil cosas más curiosísimas de Andalucía, para terminar diciendo que «si esta dama se lo tomara más en serio y con más calma, podría ofrecernos una enciclopedia de cosas inauditas».

La primera parte de ese cúmulo de curiosidades, que integra hasta quince capítulos a cual más ameno y folclórico, está dedicada a El Rocío; a la historia ‑todos los capítulos son relatos históricos‑ «del pastor despistado y sus caprichosas ovejas», que hartas de ir para acá y para allá, dan con la imagen de la Virgen. Portentoso descubrimiento que haría famoso al pastor Bartolo ‑como le llama la autora‑, a su perro Pufo y a no sé cuántas corderas.

Como este, otros acontecimientos hacen de estos la parte seria ‑si es que cabe‑ del libro, ya que, tanto en las otras historias, como son “La historia de cómo Dios los cría, ellos se juntan y además rivalizan” (Las hermandades); “La historia de los Carnavales de Cádiz y sus primos de Isla Cristina” (Fiestas típicas gaditanas); “La historia de la Colombinas” (Colón y sus tres carabelas) y “La historia de las ardientes fiestas” (Aldea de la Dolomera, en Bailén) por no seguir citando.

Hay que estar dotado de una condición especialísima para escribir obras de esta clase. Pues por lo mismo que no todo el mundo sabe contar un chiste, para escribir de los modos y hábitos, fiestas y juergas de los andaluces, se precisa ‑como digo‑ la sal que se adquiere sólo por nacimiento, la cuna sea cual sea el punto de esta tierra; porque toda ‑provincias, ciudades, pueblos y aldeas‑ tiene la especialidad, la exclusiva si se quiere, de mostrarse sus gentes tales y conforme son, sin mixturas ni aditivos que no les va, sino en el más genuino e impecable costumbrismo materno.

Aquí tenemos, pues, un libro que nos viene como anillo al dedo, si por conocer nos quedaba algo de nuestra región. «Con una libérrima imaginación en la que todo cobra vida, sentido de ser y estar», dice Chamorro hablando de la autora por último. Para el resto de los españoles, también la obra tiene interés, ya que aún hay gente por ahí que ignora que existe esta tierra y unas costumbres tradicionales e históricas; que está mal informada o se imagina a Andalucía de sólo guitarra y pandereta. Las historias del libro son ingenuas; y los milagros y otros portentos de los que nos hablan.

(10-02-1992)

 

almagromanuel@gmail.com

Deja una respuesta