Una escuela con freno y marcha atrás

En anteriores Crónicas marianas, entregadas durante los meses de este verano que va declinando, desgrané escenas, tipos y tópicos comunes a la temporada.

Entre lo anotado indicaba cómo, cuando empezaba a apretar el calor, los medios informativos –y, en especial, las televisiones se afanaban en describírnoslo acudiendo siempre a los tópicos, remachados una y mil veces durante años. En realidad, se podrían utilizar reportajes de otros años sin que nadie (salvo los que en los mismos se reconociesen) adivinase la superchería.

A este efecto, no me privo de contar una anécdota que se relataba en mi pueblo. Un corresponsal de prensa provincial, tal que llegaban Reyes, tenía que enviar una crónica de la cabalgata del día cinco de enero, todos los años. Ese año tenía el hombre otras urgencias y así, ni corto ni perezoso, pergeñó su material con una redacción inventada y foto de otros años. Y lo envió. ¡La fatalidad fue que en ese día llovió y no hubo cabalgata de Reyes alguna!

Bien, ahora entramos ya en el inicio del curso escolar y nos llueven los reportajes al respecto. Y vemos las mismas escenas. Primeros planos de niños (los pequeñitos) llorando a moco tendido, desconsolados; padres y madres, también en igual situación, agarrados a la verja o pegados al cristal de la ventana de la clase donde quedan sus vástagos, resistiéndose tanto o más que los chiquitines a la separación.

Chicos y chicas corriendo por el acerado, arrastrando enormes mochilas o carritos, con la urgencia de llegar tarde. Maestros o maestras con cara de circunstancias, llevando listados en la mano. Bolsones enormes llenos del material escolar exigido, nuevo… Y el inevitable sonido del timbre, campana o sirena llamando a reunión o fila…

Todo sabido y todo previsible. Rutina general. Repetición de un ciclo vital que, año a año, se desarrolla y en el que se va notando, ¡qué transcurrir del tiempo inexorable!, cómo esa chiquillería, que entró en el colegio apenas balbuciente, va creciendo ante nuestros ojos, cambiando como los insectos en sus etapas de desarrollo.

Sí, cosa sabida, conocida, repetida.

En este curso, hay variaciones. Variaciones que pueden ser más o menos percibidas por las gentes, pero que resultan de gran calado. Este curso se aprovecha para desmontar, aún más, el edificio de la enseñanza pública. Para que todo vuelva a ser como antes, como era hace decenios. Para que se sepa bien quiénes son quiénes y dónde le debe corresponder a cada quien estar; cuál es el sitio de cada uno. Que nunca se pensó en la enseñanza (lo digo por los que ahora la alteran) como lugar común e igualitario donde se imparte la docencia a todos sin distingos, donde se procura que todos tengan las mismas oportunidades como personas y no porque pertenezcan, o no, a ciertas clases sociales o económicas.

Se conocen datos que nos indican que, en ciertas comunidades, el gasto de dinero público derivado hacia la enseñanza privada (sí, concertada, pero en realidad privada) ¡triplica al que va a parar a la enseñanza pública! Se sabe que se están destruyendo plazas en la enseñanza pública. Se tumban unos contenidos cívicos para aumentar los de mero adoctrinamiento y catequesis religiosa. Se vuelve a permitir, en orden a no sé qué teoría seudodidáctica, la segregación del alumnado por sexo… Si todo lo anterior está sucediendo, es que están haciendo retroceder la enseñanza (y principalmente a la pública) a los niveles anteriores a la implantación de la EGB.

En mi pueblo se cerró, por circunstancias que ahora sería prolijo describir, un centro completo de enseñanza pública, sin que apenas nadie moviese un dedo por evitarlo (sí, fue un gobierno socialista quien eso permitió). Ahora, sin embargo, porque dejaban una unidad de infantil de tres años cerrada, en un centro privado (sí, es concertado, pero es privado) se armó la de Dios es Cristo… Ganaron, desde luego, pues los jueces no los iban a dejar desprotegidos. Consecuencia: un centro público ha de reunificar sus unidades de infantil, con el aumento de ratio de las resultantes y la pérdida de calidad derivada, y uno o una funcionaria ha de esperar que le adjudiquen otro destino. Y no pasa nada (sí, es un gobierno socialista el que esto permite).

Vamos para atrás. Rápidamente. Si nos descuidamos, veremos otra vez a la chiquillería pobre llevar esos zurrones de pana vieja que les cosían sus madres, para meter el poquito material que tenían. O surgir otra vez los comedores del Auxilio Social, dado que los escolares van a menos, por la crisis.

¿Volverá el pan de higo, o la leche en polvo?

marianovalcarcel51@gmail.com

Autor: Mariano Valcárcel González

Decir que entré en SAFA Úbeda a los 4 años y salí a los 19 ya es bastante. Que terminé Magisterio en el 70 me identifica con una promoción concreta, así como que pasé también por FP - delineación. Y luego de cabeza al trabajo del que me jubilé en el 2011. Maestro de escuela, sí.

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