A ti te vi, ¡oh, hada misteriosa!,
en el sereno ocaso de Granada;
a ti, encantado, yo miraba,
porque eras, en la noche, blanca rosa.
Rosácea, sumisa, ensoñadora,
novia sigilosa de la noche,
eres, de la ciudad Bella, derroche
de pálida belleza cual aurora.
Inundada de adelfas y de lágrimas,
que de la noche alumbran las estrellas,
eres, Generalife, espejo de ellas
entre estruendo con alas de las almas…
Violácea, ebúrnea, soñada hada,
junto a la mágica Alhambra, encantada.